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Alberto Acereda

España, ya ni en la mesa

La inteligente y renovadora política del nuevo gobierno socialista está dando ya sus primeros grandes frutos en la vida pública norteamericana. Tras el zapatazo de la retirada de las tropas españolas de Irak y la heroica visita de “Curro” a Washington, España tiene su futuro internacional asegurado. Los norteamericanos se sienten tan felices que hasta en sus más importantes periódicos dedican columnas enteras de opinión a la nueva España: esa de la que los socialistas han extirpado el autoritarismo arrogante para devolverle el diálogo y el talante democrático que llevaba ocho años sin poder disfrutar.
 
LD ya dio cuenta hace unos días de una columna de opinión que el Wall Street Journal dedicaba al nuevo presidente del gobierno español, calificándolo de “generalísimo”. Tanta es, en fin, la fama que nuestro país está alcanzando en Estados Unidos que incluso en los espacios de prensa sobre sociedad, reaparece inefablemente esta nueva España del cambio. Baste para comprobarlo la columna que el jueves 22 de abril publica en el diario The Miami Herald la periodista Susan Ager con el aclarador título: “La comida española fuera de las cocinas norteamericanas”.
 
Hay que advertir que el pasado año, tras la negativa de Francia de ayudar a Estados Unidos en Irak, los norteamericanos sustituyeron sus “patatas fritas a la francesa” (“French fries”) por “patatas fritas a la libertad” (“Freedom Fries”); dejaron mayoritariamente de beber café francés, vino francés, y todo cuanto viniera de Francia como respuesta popular a un país negado a ayudar a Estados Unidos en Irak. Lo de España ahora resulta aún más cobarde, por inesperado y tornadizo. Por eso, la columna de Susan Ager para el Miami Herald satiriza implacablemente a España y lanza esta consigna a sus lectores: “Es imperativo castigar a esa nación veleidosa poniendo sus exportaciones en la lista de alimentos tabú”. A renglón seguido, y a modo de lista negra de la compra para todo buen ciudadano norteamericano, la columnista incluye varios de esos manjares de compra prohibida: las aceitunas rellenas con pimiento, las sabrosas almendras españolas, el vino español–que según confiesa la columnista “es mejor que el de la mayoría de los otros países”-, el Jerez, el queso manchego, las anchoas, las alcaparras, el pimentón o el aceite de oliva. Ager prosigue ironizando al decir que “puestos a fastidiar a los españoles, en lugar de comprar el azafrán de España, será mejor desde ahora comprarlo de Cachemira que, además, sale más barato”. Y al final concluye la columnista apuntando que, bien mirada, la cuestión del dinero no debería ser un problema para los norteamericanos ya que el gobierno de Estados Unidos está poniendo semanalmente un billón de dólares para sacar adelante la necesaria Guerra de Irak. En definitiva –recomienda Susan Ager- “mejor será desde ahora tomarse un buen Chianti italiano acompañado de una pasta carbonara”.
 
Tras la sátira y la ironía de este artículo del Miami Herald hay un hecho constatable que cualquier español que vive hoy en Estados Unidos empieza ya a notar: la decepción y el enfado de la población norteamericana con España y ante el gesto cobarde de su nuevo gobierno. Lo peor de todo esto es que para el norteamericano medio España es toda lo mismo. No sabe, ni tampoco le importa, que son casi diez millones los ciudadanos que no votaron a este gobierno. No sabe que tal retirada se ha saltado todas las reglas del diálogo parlamentario y ni se imagina que pudiera haber previos contactos con chiítas en Nijaf. No sabe, porque tampoco le importa, de los hechos que rodearon al 11-M. Ni lo sabe, ni lo quiere saber porque el norteamericano es un ser práctico que ama, sobre todo, la libertad y que sólo puede valorar la retirada de Irak como una traición de España a su país en un momento clave para la seguridad del mundo libre. Por eso, a los españoles que no olvidamos ni a España ni a sus gentes nos duele ver el paulatino deterioro de nuestra imagen.
 
La única satisfacción tras leer este artículo es constatar que una parte de los impuestos de quien esto escribe se emplean en ayudar a unas tropas norteamericanas que siguen luchando para devolver al pueblo iraquí su libertad: justo la misma que desde hace unos días le niega ya el gobierno de España.
 

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