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Amando de Miguel

Catalanes acomplejados

No todos, claro, ni siquiera todos los que corresponden conmigo, pero sí una buena parte de ellos. Por lo menos reflejan esa realidad lingüística de lo que podríamos llamar el catalán acomplejado. Francamente, me llama la atención. Algo pasa en Cataluña con la cuestión de las lenguas que no es normal.
 
Para empezar, hay  mucha gente que sufre por esta cuestión de si se puede estudiar o hablar la lengua de uno, en este caso el castellano. Hay muchos catalanes que expresan ese sufrimiento, y no hay derecho. Juan Carlos Martín Martín se queja de que muchos jóvenes catalanes y vascos van a ver recortadas sus posibilidades laborales si ignoran la escritura de la lengua castellana. Se lamenta, además, de que en España estén desapareciendo los símbolos de identificación nacional, como la bandera, por ejemplo. Tiene razón, todo va unido.
 
Manuel Modolell Mainou, de Friburgo (Alemania) se refiere a la “autocastración que representa la inmersión lingüística” en Cataluña y se lamenta de que “ningún intelectual se oponga a semejante majadería”. Hombre, yo me opongo. No hablaría yo de “autocastración” porque es algo impuesto. Simplemente la enseñanza pública obliga a que muchos catalanes olviden el conocimiento de su lengua materna, el castellano. Aparte de otras consideraciones emotivas, esa lengua, y no tanto el catalán, les va a servir para ir por el mundo adelante.
 
Carlos Fontana Rodríguez, de Barcelona, bilingüe, me llama la atención sobre unas declaraciones del Presidente del Parlamento de Cataluña. En ellas se anima a “hacer el idioma catalán más simpático”. Me parece un buen deseo. Es muy fácil de cumplir. Basta con que las autoridades catalanas no insistan en erradicar el castellano de Cataluña. Aparte, no lo conseguirán. La pretensión sería tan tonta como la de un gobierno en México que, para revitalizar el náhuatl, intentara acabar con el español.
 
Teresa Losada Liniers propone que se prohíba a los españoles que no tienen el castellano como lengua materna que participen en concursos y oposiciones para puestos funcionariales. Es decir, la inmersión al revés. Me parece un disparate, pero ese tipo de reacciones van a ser frecuentes, vistos los desmanes lingüísticos de los nacionalistas.
 
Javier Herencia, toledano de nación y residente en Barcelona, se está planteando emigrar de Cataluña en vista de que el panorama educativo para sus futuros hijos se presenta muy negro. Ya es triste.
 
Guadalupe Santiago me da cuenta de un chat que tuvo con una catalanista. La mujer escribía el castellano con faltas de ortografía (supongo que gruesas) pero añadió: “Me da igual, porque el castellano puede hablarse mal”. Es decir, el orgullo de la ignorancia, o mejor, de la nesciencia.
 
Francesc Serret Monner se siente “catalán como el que más pero sin ninguna necesidad de odiar o despreciar a nadie”. Eso está bien. Lo dice ante el exabrupto de declarar a Barcelona “ciudad anti-taurina”. Calcula que los que votaron a favor de esa estupidez son vegetarianos estrictos, pues en el matadero se sacrifican no pocos animales todos los días. No hace falta llegar a ese sarcasmo. Se prohíbe la fiesta de los toros sencillamente porque es española.
 
Eleuterio Moreno me alaba el seny que manifiesto en mis comentarios de la COPE. Añade que los catalanes no me van a reconocer esa virtud “de la que ellos tanto presumen”. El sentido común, dijo Descartes, es la cosa mejor repartida del mundo, pues todos están contentos con el que tienen. Nunca me ha parecido que el seny (perfectamente traducible a otros idiomas) sea una característica específicamente catalana. ¿Alguien diría que Dalí, Gaudí o Terenci Moix resaltan el seny en sus creaciones artísticas?
 

Transcribo un comentario de Iván Díaz en el que me permito arreglar la ortografía. Se dirige a mí sin nombrarme: “No eres más que un ultraderechista que te amparas bajo la democracia. Siento vergüenza de tus análisis que son solo un producto de ser un asalariado de Aznar. Ya está bien, sociólogo de los intereses más rancios de la derecha. Jiménez Losantos y tú sois una pareja de hecho asalariada de la derecha rancia”. Como dicen los gallegos, ¿y luego?

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