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Isabel Durán

Calienta motores para sus memorias

Todavía no son sus memorias pero, según me cuentan, José Manuel Lara, el primer editor de este país, ya se las ha encargado. El lunes calentó motores en la presentación de su libro Ocho años de Gobierno. Una visión personal de España (Editorial Planeta). No hubo el menor asomo de rencor en José María Aznar.  Él lo explicó bien. Había escrito este libro –dijo– hace ocho meses cuando la Junta Directiva Nacional del partido eligió a Mariano Rajoy candidato a la presidencia del Gobierno. Es decir, cuando pensaba que la presentación de su obra sería por todo lo alto, con su candidato instalado en La Moncloa y el acto a rebosar de ministros y altos cargos del Gobierno de la nación.
 
La situación fue radicalmente distinta. Un cierto aire de tristeza y de injusticia se reflejaba en los semblantes de los centenares de asistentes al acto en el madrileño invernadero de Arganzuela. Escenario atípico para un autor atípico en un momento más atípico todavía. Al margen de las diversas  consideraciones sobre su apoyo a Bush, "si quieres que un día te ayuden, debes ayudar cuando te necesiten"; de sus críticas a la situación actual desencadenada por la decisión de Rodríguez Zapatero de retirar las tropas de Iraq; de su  idea de España y de Europa, y de su reafirmación en su ideario liberal, el ex presidente del Gobierno acertó en la diana cuando señaló que parece haberse formado en nuestro país un partido del odio. "Me refiero, no a un partido en concreto sino a todos aquellos que se dedican a destilar sectarismo y a dedicarse a la destrucción del adversario".
 
Aznar remacha personalmente en su obra algo que ya sabíamos: que él no llegó al poder con ánimo de revancha ni de levantar las alfombras. Ocho años después los ánimos no son ni parecidos. Y eso que lo que ignora el ex presidente es que, transcurridas cuarenta y ocho horas de la victoria electoral del Partido Socialista, uno de los prohombres de Rodríguez Zapatero dijo ante un reducido grupo de periodistas: "Que se preparen los del PP porque vamos a investigarles. De hecho, ya estamos investigando a Francisco Álvarez Cascos". Las alusiones a la supuesta indagación sobre el ex ministro de Fomento, entre otros, no fueron solamente sobre su actividad pública y se hicieron extensibles a cualquier alto cargo popular, incluidos los amigos de las empresas privatizadas.  En la memoria de todos resuenan todavía las célebres auditorías de infarto de Alfonso Guerra.
 
El odio instalado en la clase política ha llevado a los herederos del Partido Comunista de España –dispuestos a hacer olvidar la responsabilidad de Santiago Carrillo en la matanza de Paracuellos del Jarama (el que dude de ello que lea al comisario político ruso G. Dimitrov en  Spain betrayed. Yale University Press ó al carcelero vasco en el gobierno de la república, Jesús Galíndez)– a pretender sentar en el banquillo a un gobierno constitucional con mayoría en el Parlamento porque en una decisión soberana envió un millar de soldados a Iraq. Aunque esos soldados, en misión humanitaria, nunca entraron en combate y sólo dispararon sus armas cuando fueron agredidos, la izquierda radical pretende juzgar a los responsables políticos de esa decisión como autores de crímenes contra la humanidad. En sus delirios intolerantes y antidemocráticos pretenden montar un Nuremberg a la española. Aunque en realidad lo que les gustaría instaurar es un remedo de las leyes de Nuremberg elaboradas una década antes por Adolfo Hitler con las que exterminar políticamente a sus oponentes.
 
A vueltas con levantar las alfombras, Aznar narra en su obra cómo en la presentación de un libro de Jiménez Losantos sobre Azaña le cuenta José Barrionuevo que había recuperado la bandera del presidente de la República y que se le había entregado a Felipe González para que la custodiara en la Moncloa. Cuando el popular llegó al palacio presidencial no había ni papeles ni bandera. Se lo comentó a Adolfo Suárez y poco después González se la hizo llegar con una tarjeta.
 
¿Llegaremos a saber cómo llegó la histórica enseña tricolor al patrimonio personal de González? Anécdotas aparte, las futuras memorias que publique Lara prometen. No parece sin embargo que Aznar vaya a hacer del resentimiento ni el odio que le profesan sus adversarios, el eje principal de su nueva aportación al mundo editorial. Algo de lo que sinceramente nos alegramos y esperamos se convierta en el denominador común de la vida política española, la izquierda post-comunista incluida.

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