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Alberto Acereda

El terrorismo y la izquierda demagógica

La defensa de la libertad y la paz en el mundo exige una lucha sin descanso contra el terrorismo, cualquiera que sea su forma o su geografía. En los últimos dos años y medio el terrorismo islámico amenaza la libertad del mundo civilizado: tres mil muertos en Nueva York, ciento ochenta en Bali, cien en Moscú, sesenta en Estambul, ciento dieciséis en Manila, casi doscientos en Madrid… Toda una nueva generación de radicales islámicos están bombardeando nuestra libertad, matando a nuestras familias y amigos bajo el fanatismo de la guerra santa. Keith Johnson y David Crawford, dos periodistas del Wall Street Journal, publican en su edición del 4 de mayo un escalofriante artículo en el que muestran la falta de colaboración entre los gobiernos del mundo en materia de lucha terrorista. Esa ruptura, indican, es el resultado del desacuerdo de algunos países europeos con las prácticas norteamericanas para enfrentarse a la lacra terrorista.
 
El artículo menciona los casos de Francia y España y, como ejemplo de tal desconexión, se alude a fuentes cercanas a la investigación del juez Baltasar Garzón sobre las células de Al Qaeda en España. Según el Wall Street Journal, los investigadores españoles se quejan de que los Estados Unidos no les proporcionen toda la información ya que optan por el uso de operaciones militares y el empleo de la inteligencia militar frente a lo judicial. El abogado general del estado, John Aschcroft, desmiente esas acusaciones y asegura que la colaboración norteamericana está siempre de acuerdo con la legalidad constitucional de Estados Unidos y la seguridad nacional. El artículo aporta informaciones que apuntan a un progresivo deterioro de las soluciones transatlánticas para acabar con el terrorismo internacional.
 
Ante todo esto no caben medias tintas. Vale todo lo que dentro de la legalidad permita acabar con el terrorismo asesino. Por eso, esta desconexión entre Europa (y de manera más clara entre España) y Estados Unidos resulta tan descorazonadora como peligrosa. Bien mirado, estamos ante la misma desconexión que en el seno de la política española hemos visto en los últimos años: desde la incompleta investigación sobre los GAL (con la X todavía por encarcelar) hasta las sombras alargadas del 11-M (que sigue sin tener todavía una comisión de investigación gracias a los esfuerzos de la izquierda socialista y de algún botarate de la derecha centrista sonámbula).
 
En España, la izquierda demagógica es genéticamente antiliberal, sustancialmente antidemocrática y electoralmente antiamericana. Antiliberal porque no cree en la defensa de la libertad, como prueba la retirada de las tropas españolas de Irak cuya misión allí tenía directa relación con la lucha contra el terrorismo internacional. Antidemocrática porque desprecia las reglas del estado de derecho, especialmente si gobierna la derecha. Antiamericana porque abandona a los soldados de Estados Unidos a cambio de traer a los nuestros como respuesta al “fracaso” y a la “unilateralidad” imperialista. Estas sí son las grandes “cosechas” de la izquierda socialista en España, las que olvidó Zapatero mencionar en Vistalegre, y a las que podrían sumarse otras añadas del comunismo rancio y el separatismo tribal. La falsificación de la realidad se lleva a cabo por parte de la izquierda mediante una campaña demagógica apoyada en la mentira y en un falso pacifismo que traiciona la libertad, obstaculiza la lucha contra el terrorismo y pone el peligro nuestra seguridad.
 
El gobierno norteamericano entiende que es necesaria la colaboración y el uso real y verdadero (no demagógico) de todos los recursos militares y de los servicios de inteligencia. Pero sabe muy bien que los primeros gestos de la izquierda española en el gobierno han sido fatales para esa colaboración. Los norteamericanos entienden que los resquicios legales de la democracia y de todo estado de derecho dificultan a menudo luchar contra los terroristas. Pero no agradecen que se pongan trabas en esta guerra contra el terrorismo retirando a las tropas. Tampoco valoran nada positivamente la manipulación de una campaña electoral infiltrando datos para condicionar los resultados.
 
Mientras el mundo llora cada día a los muertos por el terrorismo los criminales y sus cómplices andan por ahí sueltos o de juicio en juicio. Mientras a los soldados norteamericanos se les pide que procuren no herir la sensibilidad de las milicias chiítas refugiadas en las mezquitas, un clérigo asesino como Al Sader se dedica a avivar las matanzas. Mientras el terrorismo islámico avanza a pasos agigantados, los cuerpos muertos de los soldados norteamericanos se queman y se ultrajan. Mientras siguen muriendo más soldados de la coalición internacional, a los españoles se les manda a casa para no volver más, haya o no nueva resolución de Naciones Unidas. Por eso hay que acabar de una vez para siempre con el relativismo de la izquierda demagógica que tiene hoy en Zapatero su máximo exponente. Hay que cercenar la mentira y actuar con claridad. Sabemos quiénes son los terroristas, cómo actúan, dónde actúan y cómo se llaman. Sabemos también que esos terroristas no se esconden ni en las iglesias católicas ni en las sinagogas judías, sino en las mezquitas islámicas.
 
Desde hace más de un siglo, los niños norteamericanos –de distintos orígenes, culturas y religiones- crecen saludando cada mañana en los colegios y escuelas a su bandera al tiempo que recitan de memoria la breve “Promesa de Lealtad”: “Juro mi alianza a la bandera de los Estados Unidos de América y a la república que representa, una nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos”. Su promesa es una reafirmación de la herencia liberal y democrática de los Estados Unidos que incluye también la mención a Dios como trascendencia divina y de libre confesión.
 
Esta promesa no es un gesto ni patriotero ni barato sino la identificación desde la infancia con el sueño americano de verdadera libertad y justicia. Esa es la misma promesa que lanzaron los niños que luego crecieron y se hicieron soldados para salvar a Europa del fascismo y del comunismo. Es la misma promesa hecha por quienes son ya hoy nuestros soldados americanos en Irak y en Afganistán que luchan contra el terrorismo. Ellos son quienes defienden nuestra libertad, también la de los niños españoles, más allá de la farsa de la izquierda demagógica.

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