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Armando Añel

Millenium Challenge Account

Mucho de lo que no brilla es oro en este planeta insolidario de las cruzadas antiglobalización, el acoso a los transgénicos o las retiradas de zapatazo. Washington pretende estrenar próximamente el programa Millennium Challenge Account, el cual estimularía financieramente a las naciones del Tercer Mundo que adopten reformas como las de la protección de los derechos humanos, la paulatina adopción de sistemas de economía abierta o el combate frontal a la corrupción institucionalizada. Un reto a todas luces estimulante, pero que, como no podía ser de otra manera, apenas encuentra eco en los medios de prensa occidentales.
 
Estados Unidos podría desembolsar hasta 5000 millones de dólares anuales en el marco de un programa que ofrece financiamiento a cambio de medidas concretas, que garanticen un caldo de cultivo óptimo para la democracia representativa y el crecimiento económico. Armenia, Benin, Bolivia, Cabo Verde, Georgia, Ghana, Honduras, Lesotho, Madagascar, Mali, Mongolia, Mozambique, Nicaragua, Senegal, Sri Lanka y Vanuatu, los 16 países escogidos para lanzar el proyecto, deberán responder a la movida norteamericana potenciando reformas de calado. Todo ello sin que el programa establecezca a priori la cuantía de los fondos a donar; el país receptor diseñaría las propuestas a las que les serían concedidas, o no, las ayudas.
 
No importa que otra vez tomen la iniciativa los Estados Unidos: Millennium Challenge Account inaugura una modalidad de inversión humanitaria que aspira a generar riqueza en lugar de dilapidarla, y a la que deberían sumarse la Unión Europea y otros motores del Occidente desarrollado. Continuar donando plusvalías arrebatadas a los contribuyentes –no son los Estados, sino los ciudadanos, quienes financian los errores de los gobiernos– sin exigir a cambio pasos en la dirección adecuada, resulta contraproducente y hasta peligroso, como intermitentemente demuestran Castro, Arafat o Kim Jong Il.
 
Como que la única garantía de que las ayudas del Primer Mundo al Tercero caigan en buenas manos consiste en garantizar que las ayudas del Primer Mundo al Tercero no caigan en el saco sin fondo del estatismo clientelar, la economía centralizada u otras aberraciones al uso, Washington y sus potenciales imitadores tendrán que permanecer atentos tras los primeros escarceos de un programa cuyos dineros, qué duda cabe, más de un Gobierno se verá tentado a malbaratar. “La pelota está en sus manos”, ha dicho, refiriéndose a los 16 países escogidos, el presidente ejecutivo de Millennium Challenge Account, Paul Applegarth, pero nada de eso: la pelota aún está en manos estadounidenses. La pelota no hay que dejarla caer.

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