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El Valencia ha ido superando numerosos obstáculos a lo largo de toda la temporada, desde la guerra abierta entre García Pitarch y Rafa Benítez, hasta la ausencia de fichajes denunciada por su entrenador, pasando por las tremendas dudas suscitadas (sobre todo cuando el Real Madrid llegó a aventajar en ocho puntos al nuevo campeón de Liga) por la filosofía de las rotaciones llevada a cabo hasta sus últimas consecuencias. Pero con una plantilla compuesta por quince futbolistas de "ocho y medio" y otros tres de "diez" -Ayala, Aimar y Vicente- el Valencia ha sabido esquivar uno a uno todos los problemas que han ido apareciendo con la madurez propia de un equipo grande, reconquistando así una Liga que parecía tener allá por el mes de septiembre un claro dueño en la capital de España. Sin tanto "glamour", pero con mucha fe y estajanovismo al servicio de un claro concepto futbolístico, el Valencia se proclamó con justicia campeón de Liga.

No recuerdo bien qué entrenador solía decir que, incluso en el caso de que una idea fuera muy mala, si ésta era compartida y apoyada por todo el vestuario acababa por transformarse en buena. El mayor mérito de Benítez ha consistido probablemente en convencer a todos y cada uno de sus jugadores (pero especialmente a futbolistas consagrados como Albelda, Baraja o Aimar) de que en un momento u otro a lo largo del año tendrían que ver el partido desde el banquillo.
 
El objetivo no era que el equipo se encontrara físicamente a tope en el mes de noviembre sino que alcanzara el cénit en abril, y el Valencia lo ha conseguido sin altibajos notables. De hecho su máximo rival hizo todo lo contrario e, incluso llegando a llevar una distancia tan enorme de puntos, la dilapidó de la noche a la mañana por no tener la previsión o el conocimiento suficientes y someter a los "galácticos" a un desgaste extraordinario.

El Valencia es un equipo construido de atrás hacia adelante (aunque parezca mentira, sigue sin tener un "9" nato) y con una espina dorsal formada por Cañizares, Ayala y Albelda. Como diría el propio Mista, uno de los gratos descubrimientos de este año, es "un equipo de pesados", una plantilla que, partido a partido, se aplica a la tarea de desmenuzar al rival de turno con el único objeto de no sufrir digestiones pesadas.
 
El Valencia y los valencianistas, salvo Ortí y el propio Benítez, se merecen por lo tanto mi más sincera felicitación por el trabajo bien hecho. En el caso del presidente y el entrenador no puedo olvidar que acusaron falsamente al Real Madrid de tener apalabrada la Liga con ocultos y extraños poderes fácticos. Es la segunda vez que acusan sin tener ninguna prueba y, paradójicamente, es también la segunda ocasión en tres años que logran ganar el campeonato. ¿Habrán cambiado de opinión los asistentes al misterioso complot o quizás les haya atemorizado la peluca?

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