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Armando Añel

Tiempo de descuento

La revolución bolivariana, como acostumbra a llamársele en La Habana y Miraflores, entra en su fase final. Hugo Chávez se dispone a militarizar Venezuela al tiempo que anuncia el carácter antinorteamericano del pintarrajeado régimen que encabeza. Cada ciudadano será convertido en soldado, esto es, cada chavista-soldado convertirá a cada ciudadano-opositor en blanco de la (in)justicia revolucionaria, con cuenta a cargo del Estado petrolero y supervisión minuciosamente castrochavista.
 
En lo adelante, la represión más o menos camuflada del régimen contra sus opositores ganará en efectividad y desfachatez, toda vez que los represores alcanzan –o imaginan que alcanzan, o pretenden que se crea que alcanzan- la tristemente célebre categoría de pueblo combatiente, defensor de un país amenazado por los fantasmas de la “ultraderecha colombiana y cubanoamericana”, la Administración Bush e, inclusive, la propia oposición. El Gobierno insiste en enlazar en nupcias oficiales nación y Estado, pueblo y chavismo, Chávez y Venezuela. Un bumerang arrojado hasta la extenuación por totalitarismos de muy variado pelaje y con el que, dada su previsible derrota en unos eventuales comicios, la oficialidad se juega el todo por el todo.
 
La militarización anunciada por el ex golpista transformado en presidente reconvertido en golpista persigue objetivos íntimamente relacionados: por un lado, distraería la atención del proceso de reparos por medio del que la incombustible sociedad venezolana se dispone a ratificar su apuesta electoral; por el otro, crearía condiciones para abortar ese mismo proceso o empantanarlo, si es que no puede desvirtuársele previamente, en el lodazal de la contraofensiva bolivariana. La revolución en mangas de camisa, con cara de pueblo y alma de verdugo, rectificando el aburguesamiento de las urnas a golpe de ametralladora.
 
Un panorama pespunteado por la inminente caída de lo que queda de poder judicial independiente –la llamada Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, aprobada recientemente por la Asamblea Nacional, inunda de mayoría chavista la máxima corte venezolana-, con lo cual sólo quedarían en pie, mermadas sus posibilidades de ofrecer resistencia, algunos medios de comunicación y los núcleos duros de una sociedad civil que se niega a desaparecer. Durante los próximos 27, 28, 29 y 30 de mayo la oposición podrá ratificar, o no, las firmas objetadas por el oficialismo: cuatro días para que Venezuela decida, o no, el futuro del referendo revocatorio. Es tiempo de descuento.

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