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Daniel Pipes

La amenaza de Europa para Occidente

¿De dónde viene el peligro principal para la seguridad nacional en Norteamérica y Europa Occidental? Con excepción del atentado de Oklahoma City de 1995, destaca Rohan Gunaratna, experto en Al-Qaeda, todos los atentados terroristas importantes de la última década en Occidente han sido perpetrados por inmigrantes. Un vistazo más de cerca revela que éstos no eran sólo inmigrantes, sino que procedían invariablemente de un contexto específico: de los 212 sospechosos y autores terroristas condenados durante el periodo 1993-2003, el 86% eran inmigrantes musulmanes y el resto eran principalmente conversos al Islam.
 
"En los países Occidentales, la yihad ha crecido principalmente a través de la inmigración musulmana", concluye Robert S. Leiken, especialista en temas de inmigración y seguridad nacional, en una importante monografía novedosa, Portadores de la Yihad Global: Inmigración y Seguridad Nacional tras el 11 de septiembre (publicado por el Centro Nixon, con sede en Washington, donde Leiken trabaja). La investigación de Leiken ofrece valiosas observaciones. Los actos violentos contra Occidente, concluye, "han sido llevados a cabo ampliamente mediante dos métodos de atentado terrorista: la célula durmiente y el ataque en grupo".
 
Los ataques en grupo –extranjeros que entran en el país con una misión específica, como los secuestradores del 11 de septiembre– amenazan desde el exterior. Las células durmientes consisten de elementos encajados silenciosamente en comunidades inmigrantes. Pierre de Bousquet, jefe del servicio de contraespionaje de Francia, dice que "no parecen sospechosos. Trabajan. Tienen hijos. Tienen direcciones fijas. Pagan el alquiler". Los durmientes pueden montar redes de apoyo terrorista mediante "organizaciones de caridad musulmanas, fundaciones, conferencias, grupos académicos, ONGs y corporaciones privadas" (ejemplo típico: Sami Al-Arian de la Universidad del Sur de Florida) o bien inician la violencia a una señal (como los marroquíes que mataron a 191 personas en Madrid este marzo).
 
Es decir, las vidas musulmanas en la Europa Occidental y Norteamérica son llamativamente diferentes. El que suscribe ha visto la aparición cultural de una segunda generación musulmana alienada culturalmente, socialmente marginada y económicamente en paro cuyas patologías han conducido "a una oleada de violaciones en grupo, ataques antisemitas y violencia anti-americana", por no hablar de abrazar ideologías radicales o el terrorismo.
 
Los musulmanes norteamericanos no están ni tan enajenados, ni marginados, ni económicamente estresados. Por consiguiente, descubre Leiken, muestran menos inclinación al comportamiento antisocial, incluyendo la violencia islamista. Aquellos que apoyan la yihad generalmente la subvencionan más que enrolarse en ella. Por lo tanto, la mayoría de la violencia yihadista en Norteamérica es realizada a través de ataques en grupo desde el extranjero.
 
Y, al contrario de lo que se esperaba, éstos no llegan en su mayoría de países como Irán o Siria, ni siquiera de Arabia Saudí o Egipto, por la sencilla razón de que sus nacionales son objeto de mayor vigilancia. Los terroristas islamistas no son bobos; observan esta atención especial y ahora reclutan intensivamente ciudadanos de 27 países –sobre todo europeos– que, gracias al programa de Renuncia al Visado, pueden entrar en América durante 90 días sin un visado.
 
Pero, incluso así, los franceses son los franceses. Uno llamado Zacarias Moussaoui, inmigrante argelino, atrae más atención que uno llamado Michael Christian Ganczarski, un inmigrante Polaco de origen Alemán –convirtiendo a un converso como Ganczarski en un yihadista potencial. Ahora se sienta en una cárcel francesa, acusado de poseer un papel capital en el atentado contra una sinagoga en Túnez en Abril del 2002 que mató a 19 personas.
 
En menor grado, el mismo patrón se aplica a Israel. Hezboláh ha realizado esfuerzos por reclutar a europeos, como el converso alemán Steven Smyrek, detenido antes de poder hacerse con una bomba. Hamas desplegó a los británicos Asif Muhammad Hanif y Omar Khan Sharif, que asesinaron a tres personas en un bar de Tel Aviv. El mismo patrón también se aplica a Australia –como en el caso del converso y presunto yihadista francés Willie Brigitte.
 
La visión de Leiken lleva a conclusiones importantes para el contraterrorismo:
 
–        La asimilación de poblaciones nativas musulmanas es crítica para la seguridad a largo plazo de Occidente.
 
–        Dado que la amenaza islamista en Occidente "emana principalmente de Europa", los servicios de seguridad europeos y norteamericanos deben reconocer que hacen frente a problemas básicamente distintos: uno, principalmente interno; el otro, principalmente externo.
 
 
–        La construcción de sistemas de inmigración que mantengan a raya a durmientes y a grupos de ataque, al tiempo que permitan la entrada de los viajeros por placer o negocios debe ser una prioridad para Washington y Ottawa.
 
–        Para los americanos, el ajuste del Programa de Renuncia al Visado y controlar las fronteras con Canadá y México son prioridades por delante de preocuparse por los iraníes o los sirios.
 
Leiken guía a los occidentales hacia la seguridad nacional real. Pero lograr esto será un reto, dado que reconocer la fuente islamista europea de violencia significa abandonar la confianza fácil de hoy en eufemismos.
 
 

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