Menú
"Le reto a usted a que me diga en qué parte de la moción aprobada anoche en el Congreso de los Diputados se encuentra recogida la posibilidad de que selecciones autonómicas compitan con España a nivel internacional", me dijo el martes en "El Tirachinas" de la Cadena COPE el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky. Comprendo perfectamente el acaloramiento del máximo responsable del deporte español porque debió enterarse de todo el "pastel" en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas mientras saludaba a los chicos de Iñaki Sáez, pero su enfado no debió producirse conmigo sino con el grupo parlamentario que apoya al Gobierno, que es, por cierto, el suyo; ellos fueron quienes, tras "arduas" negociaciones, sacaron adelante una moción ambigua, falaz e irresponsable a la que, todo sea dicho de paso, se agarran ahora los nacionalistas como si de un clavo ardiendo se tratara. ¿Y para qué negociar, votar y aprobar una moción que, según el propio presidente del Gobierno de España, no cambia nada con respecto a lo que ya teníamos legislado el 1 de junio?
 
Jaime Lissavetzky me dio su palabra de honor ("si así se queda usted más tranquilo") a la hora de afirmar que únicamente la selección nacional representará a España en competiciones internacionales, pero ni eso logra tranquilizarme (siendo ese un aspecto absolutamente menor de todo este embrollo), ni creo tampoco que sea la actual una cuestión de palabras de honor -Pasqual Maragall acaba de empeñar también la suya justamente en un sentido radicalmente distinto-, sino de tenacidad y habilidad políticas. El propio Lissavetzky dio en el clavo al asegurar que "estamos en período electoral", luego... ¿no actuaron como auténticos pardillos los diputados del PSOE dándoles innecesarias bazas a los de ERC, EA, PNV y CiU? También yo reté al secretario de Estado a que me respondiera a esa pregunta, pero él prefirió írseme vivito y coleando por los famosos Cerros de Úbeda.
 
Si yo fuera responsable de una televisión no organizaría un debate entre Borrell y Oreja, sino entre Zapatero y Maragall. El primero asegura que es imposible pensar en una competición internacional entre una selección autonómica y el resto de España, mientras que el segundo se apresura a sacar del baúl de los recuerdos el ejemplo de Escocia o Gales. Si me dan a elegir, yo las palabras de honor las prefiero sobre el papel y a poder ser con los nombres, apellidos y NIF de los arriba firmantes. Y si es con un notario, mucho mejor. Así sí me quedaría un poquito más tranquilo. 

En Opinión