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Agapito Maestre

Cervantes y España

Estimada amiga:
 
Echaba de menos sus letras. Gracias por su carta, que mucho me tranquiliza porque veo, y en cierto modo siento, que está usted bien asentada en la realidad. Sus adversarios políticos, según interpreto sus palabras, no sólo se lanzarán directamente contra usted, sino que también intentarán alimentar, cuando no iniciar, un ambiente de irracionalidad y destrucción en torno a su ministerio. Y es que enemigos de la cultura española, en la actual España, hay por todas partes. Aquí tiene otra prueba para explicar “en clave de paradoja” la importancia del ministerio de Cultura: hoy más que nunca se necesita un ministerio de Cultura de España. ¡Y es que algunos mesogobiernos autonómicos, por citar sólo a órganos propiamente del Estado nacional, han hecho tanto daño a la cultura española que resulta casi titánica la tarea de su ministerio!
 
 No obstante, estoy convencido de que usted tiene recursos suficientes para defender su persona por un lado, y más de un argumento para desmontar el encanallamiento y nihilismo en el que esta instalada la “vida política” y cultural española, por otro lado. Encanallamiento político y envilecimiento moral, reflejados en  “argumentos”, declaraciones demagógicas y acciones absurdas, al que han colaborado, no lo olvidemos, tanto su partido como los de la oposición, porque han subordinado cualquier acción política de alcance a la captura del voto a cualquier precio. Pero dejemos este asunto para otra ocasión, y permítame una alevosa sugerencia contra los enemigos de la cultura española. Ejerza, en efecto, como ministra de España. No ceda ante las agencias que pretenden convertir a la cultura española en un “sustituto” o un “sucedáneo” de otras carencias políticas. Defiéndala en todas partes y ante todos. Sí, amiga, no tenga complejo alguno de ser la ministra de Cultura de España. No se rinda a los melifluos “multiculturalismos” y defienda a su ministerio de Cultura. Créame, Carmen, quien hoy defienda de verdad la cultura de España se habrá ganado con dignidad el reconocimiento de sus ciudadanos.
 
Puede empezar por cualquier sitio la defensa de esa cultura, pero hágalo con convicciones claras y sin remilgos “a lo tripartito”. Por ejemplo, he oído que preparan ya para el año que viene  unos grandes eventos sobre el Quijote, pues bienvenidos sean, pero comiencen reconociendo que el propio Cervantes, el más alto representante del genio y el carácter españoles, comenzó a ser reconocido y apreciado en el extranjero antes de serlo en su propia patria. A propósito del ilustre español, déjeme que le recomiende, o acaso que relea, la lectura de un famoso texto del gran humanista mexicano Gabriel Zaid, quien considera que si mañana, por una mutación sociológica, la gente hallara en Cervantes la pausa que refresca, surgiría toda una industria cervantina dedicada a producir  y distribuir el Quijote en cantidades industriales: habría ediciones especiales para salas de espera, para cuartos de hotel, para el coche, para el  bolsillo, para la cama. Habría lugares donde detenerse a leer un pasaje. El trabajo tendría mañana y tarde un Quijote-break. Las estaciones de radio no se darían abasto  atendiendo peticiones de tal o cual pasaje. Leer bien el Quijote daría una inmensa popularidad y no menos dinero en radio y televisión. Y si la gente llegara a convencerse  de que era una vergüenza tener siempre los mismos ejemplares del Quijote: que había que cambiar el modelo cada año, tener las últimas ediciones, entonces la producción subiría hasta el delirio, la industria cervantina representaría un sector fundamental del producto nacional, en la bolsa se seguirían con atención sus valores, los economistas medirían el desarrollo económico de un país en términos de su industria cervantina y habría que ayudar a los pobres pueblos subdesarrollados, cuyo bajo nivel de vida no les permitiría alcanzar las excelencias del Quijote.
 
Ahí tiene “una pausa que refresca”,  toda una idea, estimada amiga, de un grandioso cervantino para celebrar, y potenciar aún más,  la cultura española en el mundo.
 
Es siempre un buen amigo. 
 

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