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Noah Clarke

La cultura en español

¿Debería el Estado subsidiar el arte? A favor, hay varios argumentos: el arte ilumina la mente, eleva el espíritu y abre el horizonte de las naciones. Y sin subsidios, ¿qué sería de los museos, los teatros, las academias de música, danza, interpretación o artes plásticas? Sin embargo los subsidios no promueven la libertad.
 
El primer problema que plantean estas intenciones supuestamente nobles y desinteresadas hacia los artistas es que cuestionan la justicia distributiva. ¿Un parlamentario tiene derecho a meter mano en el bolsillo de los trabajadores para suplementar los beneficios de los artistas? ¿Por qué un fontanero, después de un día de trabajo duro que le hace polvo su espalda y que solamente quiere relajarse viendo un partido de fútbol, tiene que entregar su dinero a Pedro Almodóvar, Javier Bardem o el Gran Wyoming? La justicia está de lado de la libertad, es decir, debe dejar que cada uno haga lo que quiera con los frutos de su trabajo y no tomar decisiones unilaterales sobre cómo los debe gastar. Si el fontanero quiere apoyar a Pedro Almodóvar, pagará la entrada del cine para ver sus películas.
 
Además, si el objetivo es potenciar todo lo bueno y útil en el mundo, ¿por qué limitarse a los artistas? Se bebería subsidiar la comida de calidad, la ropa bonita, las visitas a las dentistas, los zapatos artesanos, las entradas a los partidos de fútbol (en opinión de bastante gente, Zidane tiene mucho más arte que algunos cineastas españoles). ¿A dónde conduce esa lógica? A la ruina y un sistema totalitario.
 
Para profundizar en el asunto, se debe preguntar si es verdad que los subsidios contribuyan al progreso del arte porque parece evidente que el arte que prospera es el que vive de sus propios beneficios. Por ejemplo, mientras el actual gobierno socialista quiere aumentar la protección y el subsidio del cine nacional para ayudarlo contra la dura competencia (desleal dirían) de Hollywood, la música popular española, sin ningún tipo de ayuda, no sólo compite sino que gana terreno a la música extranjera. En la lista de los cuarenta principales, veintisiete canciones son de cantantes y grupos de rock español. Quizás, porque el dinero invertido es privado y no público, los músicos procuran hacer buena música que le guste la gente.
 
Además, elevar los impuestos para poder pagar los subsidios artísticos, obstaculiza el proceso productivo y la creación de riqueza empobreciendo así al público de los artistas. Si un trabajador, por tener que pagar más impuestos, tiene menos dinero en su bolsillo, difícilmente elegirá asistir al último estreno de Garci en lugar de ir a cenar. El impulso del arte debe venir desde abajo, desde el público, y no como imposición desde arriba.
 
Lo que se ve con los subsidios al arte es una cantidad financiera determinada facilitando la labor de los artistas. Lo que uno no ve es lo que la sociedad habría hecho con ese dinero si hubiera tenido la libertad de decidir por sí misma. El gasto público siempre sustituye al gasto privado. La diferencia reside en que el primero lo deciden unos pocos planificadores estatales y en el segundo decide cada individuo por su cuenta. Parece ser que los artistas no confían en que los individuos sean suficientemente inteligentes para saber que deben comprar su arte. Por eso, quieren tomar esta delicada decisión por ellos a través del estado. Gracias a ello se ruedan películas que se convierten en rentables sin necesidad siquiera de estrenarse porque están ampliamente financiadas por algo tan simple como ser en catalán, por ejemplo.
 
Finalmente, hay que destapar el daño que una protección cultural como la que ha impuesto el gobierno francés haría a España. La cultura en español no se crea solamente España. Toda América Latina y, cada vez más, los hispanos de Estados Unidos están produciendo literatura, música, cine, escultura y pintura de una calidad impresionante. ¿Cómo puede asegurar el PSOE que levantando un muro proteccionista contra la cultura extranjera y a favor de la cultura europea beneficiará a los españoles? ¿Dónde estaría la cultura en España si las contribuciones de Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, Isabel Allende, Fernando Botero, Shakira, Ricky Martín, Carlos Santana, Celia Cruz entre miles de artistas más fueran sujetos a cuotas, impuestos y el abanico de herramientas de exclusión que hoy día Francia emplea para prevenir la entrada de cultura del resto del mundo?
 
España ya pierde importancia en el mundo de la cultura en español. Los artistas viajan a Miami antes que a Madrid o Barcelona para grabar discos, promocionar libros y películas. Incluso David Bisbal, producto de la televisión pública española, graba su música en Miami. ¿Por qué? Porque Miami está abierto a todos y cada uno de ellos sin miedo, sin exclusiones.
 
Hay dos caminos abiertos para la cultura española: el camino hacia el olvido y el arrinconamiento que sigue Francia o el camino hacia la libertad y la relevancia que muestra Miami.
 
En opinión de muchos, lo que vende no es arte solamente porque gusta. Pero nadie puede cuestionar que lo popular tiene más valor que un supuesto arte absoluto que sobrevive exclusivamente porque los gobiernos deciden que tiene calidad y por lo tanto debe vender.
 
Los que pretenden crear la cultura de manera artificial usando nuestro dinero, el del pobre contribuyente, que, en lugar de apoyar lo que le gusta, es forzado a financiar lo que los políticos consideran oportuno, autóctono y original. Es peligroso que se va acostumbrando a aceptar que los ciudadanos no tenemos buen gusto y por lo tanto nos merecemos perder nuestra libertad de elección.
 

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