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Casi todo sigue igual

El comentario diario de la actualidad internacional lleva a menudo a que los medios de comunicación, inevitablemente apegados al hecho concreto e inmediato, exageren en la descripción de cambios en la postura de los grandes actores. La reunión en conmemoración del 60 Aniversario del Desembarco en Normandía, la Resolución de 8 de Junio sobre Irak y las primeras sesiones de la reunión del G-8 en Sea Island (Florida), han provocado innumerables artículos que han tenido en común la glosa del nuevo entendimiento entre Estados Unidos y Gran Bretaña, de una parte, y Francia y Alemania, de la otra. Un capítulo se cerraba, el de la ocupación militar de Irak, y otro se abría tras la devolución de la soberanía a la sociedad iraquí. En realidad no ha cambiado casi nada y los problemas que caracterizaban las relaciones transatlánticas siguen hoy tan presentes como entonces.
 
Todos sabíamos desde hace meses, como queda constancia en las páginas virtuales de este diario, que el Consejo de Seguridad tendría que emitir una Resolución sobre Irak una vez que la Fuerza Multinacional hiciera entrega de las competencias de soberanía al nuevo Gobierno. En esta nueva situación Francia no podría mantener la misma posición, porque su comportamiento sería percibido como un decidido obstáculo a la reconstrucción y democratización de Irak. Y así ha sido. Chirac ha marcado distancias de Bush pero ha facilitado la aprobación de la nueva Resolución. Las espadas siguen el alto.
 
El elemento determinante es la idea, perfectamente asentada en la estrategia francesa, de que la principal amenaza a sus intereses nacionales es la hegemonía norteamericana. No dudan de los riesgos implícitos en la proliferación de armas de destrucción masiva, el terrorismo internacional, los estados “fallidos” y/o “gamberros”... pero subordinan estas amenazas a la que supone un Estados Unidos imperial. Richelieu era consciente del peligro que entrañaban los turcos, pero se alió con ellos para desgastar a los Habsburgo que, en su perspectiva, eran una amenaza aún mayor.
 
Francia ha encontrado en su propio y exclusivo camino un conjunto de compañeros singulares, pero útiles, de viaje. En Europa son muchos los que rechazan el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; los que apuestan por un relativo aislacionismo, temerosos de verse arrastrados por el voluntarismo americano y dispuestos a llegar a acuerdos de cualquier tipo con el enemigo –el clásico appeasement–, y, por último, los radicales antiglobalizadores que llegan a sentir simpatía por las acciones violentas de los islamistas, desde la solidaridad de quien se siente en el mismo bando. Con todos ellos puede orquestar alianzas de bloqueo a las iniciativas de Estados Unidos, aprovechando para ellos los organismos internacionales.
 
Francia tiene muchos intereses en común con Estados Unidos, que le darán ocasiones para escenificar un cierto entendimiento, pero aprovechará cualquier oportunidad para desgastar a su rival. En la gestión de la crisis iraquí ya ha dejado claro que dificultará la participación de la Alianza Atlántica y el condonación de la deuda. Si Estados Unidos ha emprendido sin su consentimiento la ocupación y transformación, que corra con sus costes: los militares, los económicos y, sobre todo, los políticos. Chirac quiere, en buena lógica estratégica, grabar en la mente de la clase dirigente americana que jugar a imperio tiene un precio muy alto, tanto en casa como en el concierto de las naciones.
 
La diplomacia francesa es tan vieja como coherente. Posiblemente yerra en lo fundamental: en definir cuáles son sus intereses. Pero gracias a su derecho de veto en el Consejo de Seguridad, a su capacidad nacional para tener una estrategia por encima de los vaivenes de la vida en democracia y, por último, a una constancia digna de elogio, cuentan en la sociedad internacional mucho más de lo que realmente son. Exactamente el caso contrario de Alemania.
 
Hasta las elecciones de Noviembre en Estados Unidos se abre un interregno de relativa calma. A continuación se reiniciarán las hostilidades en torno a la Iniciativa del Gran Oriente Medio y a las crisis en agenda: Pakistán, Corea del Norte e Irán. El viejo mecanismo de “balanza de poder”, incorporado a la secuencia genética de todo enarca, se activará como si de un fenómeno de la naturaleza se tratara, con la firme voluntad de agotar las ínfulas imperiales del hégemon americano.
 
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos

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