Menú
EDITORIAL

Resurrección de la derecha

Desde 1898 hasta hace muy pocos años, la política internacional apenas había ejercido una influencia sensible en la opinión pública española. Y puede decirse que las elecciones del pasado 14 de marzo son las primeras en que el factor internacional ha sido determinante. El rechazo a la mal llamada guerra de Irak –nuestros soldados, a diferencia de la guerra del Golfo, no estuvieron implicados en el esfuerzo bélico, tan sólo en tareas de ayuda humanitaria y, después, en misión para garantizar la paz, la seguridad y la reconstrucción de Irak–, a falta de un auténtico programa de gobierno, fue el único argumento del PSOE durante todo el año anterior. Un argumento que consiguió rentabilizar gracias a la concienzuda manipulación de la tragedia del 11-M.
 
Hoy ya sabemos que la relación entre la guerra de Irak y los atentados del 11-M, sobre todo después del testimonio de "El Egipcio", se diluye como un azucarillo en una taza de café. Y también sabemos que en la trama del 11-M hay tantos agujeros negros y tantas preguntas sin respuestas razonables que ya resulta imposible descartar que ciertos sectores de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado actuaran antes del 11-M con una negligencia que se adentra peligrosamente en la imprudencia temeraria. Una negligencia que, en las horas siguientes al 11-M, pudo transformarse en algo mucho peor: en la ocultación deliberada al Gobierno de información trascendental sobre la posible autoría de los atentados, y la casi segura filtración de esa información al partido entonces en la oposición.
 
Estos hechos y circunstancias –que ya son del dominio público– unidos a la reciente resolución de Naciones Unidas aprobada por unanimidad (incluido el voto de España), que solicita el envío de tropas para garantizar la transición democrática de Irak, han dañado sensiblemente el único capital con que el PSOE concurría a estas Elecciones Europeas: la retirada precipitada de nuestras tropas en Irak, basada en la afirmación categórica de Zapatero de que era imposible que antes del 30 de junio las Naciones Unidas aprobaran una nueva resolución. El Gobierno de Zapatero ha quedado en evidencia y en ridículo en su única baza electoral: la política internacional. Especialmente cuando Francia y Alemania, después de que Zapatero renunciara a Niza a cambio de entrar en el eje antiamericano Chirac-Schroeder, han hecho las paces con EEUU. El resultado es que nos hemos quedado sin aliados, en tierra de nadie, con el agravante de que Marruecos ocupa ahora nuestro lugar como aliado preferencial de EEUU en el Estrecho.
 
Si a todo esto se añade el espectáculo de la descoordinación entre los ministerios y las continuas rectificaciones y desmentidos sobre materias especialmente sensibles (economía, vivienda, fiscalidad, modelo autonómico, etc.), la lamentable disposición a acatar los caprichos de los separatistas (selecciones autonómicas, derogación del PHN) y la insólita prepotencia empleada en la paralización de la LOCE, el balance del Gobierno socialista no puede ser más decepcionante en tan poco tiempo. Y todo ello explica que la campaña de las Elecciones Europeas haya acabado de un modo muy distinto al que la inmensa mayoría esperaba: con una derecha en auge y con una izquierda a la defensiva. El síntoma más claro fue la burda manipulación de la entrevista a Jaime Mayor Oreja en TVE, donde el entrevistador abandonó la neutralidad que, por su posición, debía observar –primero como entrevistador y después como trabajador de la "televisión de todos", al decir de Borrell–, para asumir, por órdenes quizá de la superioridad, el papel de fiscal acusador en juicio sumarísimo donde la sentencia estaba dictada de antemano.
 
Pero la derecha, congregada en torno a Mariano Rajoy –que ha demostrado ser un magnífico parlamentario y un líder muy sólido también en la oposición– y a Jaime Mayor Oreja –flojo al principio, pero excelente al final de la campaña–, se ha recuperado en apenas tres meses del peor golpe que ha recibido en la historia de la democracia. Y ha abortado los intentos del antiguo bloque de la oposición, hoy en el Gobierno, de desmoralizar y de destruir, con sofismas, mentiras e infamias, al primer partido de España en número de afiliados.
 
Nuestro editor, Federico Jiménez Losantos, acuñó el término Mari Complejines, para definir, de una forma admirablemente compacta y certera, a la derecha española, firme en sus valores y convicciones íntimas pero, casi siempre, acomplejada ante la siempre supuesta e hipervalorada legitimidad democrática de la izquierda. Pero la campaña de las Europeas ha demostrado que la derecha, cuando es golpeada e infamada sin justificación, también sabe reaccionar con serenidad y con firmeza. Y lo cierto es que Borrell, que nada tenía que ofrecer salvo la humillante sumisión a Francia y Alemania y la absurda, precipitada e inútil retirada de las tropas de Irak, ha acabado pidiendo la hora. Si la campaña hubiera durado una semana más, la sorpresa, que ya hoy es notable, habría sido mayúscula. La derecha empieza a dejar de ser Mari Complejines. Y la izquierda, una vez agotado el efecto de la demagogia antiamericana y de la sonrisa fácil, está volviendo, a marchas forzadas, a los mismos métodos y al mismo talante que la expulsaron del poder en 1996. Si es que, alguna vez, había salido de ellos de verdad. Mañana sabremos si la resurrección de la derecha, patente en la campaña, también se traduce en las urnas.

En España

    0
    comentarios