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Isabel Durán

El PSOE ve las Orejas al lobo

El Partido Socialista tenía todo a su favor para revalidar en las urnas una holgada victoria sobre el PP. Si 55 días después de su llegada a La Moncloa con la borrachera de poder y la demagógica y electoralista política realizada durante este tiempo, el PSOE sólo ha conseguido superar al Partido Popular en dos puntos, como sigan metiendo la pata como hasta ahora  ya pueden ir haciendo las maletas para las próximas elecciones generales. En Ferraz se las prometían felices con las encuestas que les daban ocho puntos de diferencia aunque el perspicaz José Blanco dijera el domingo que el resultado ha sido prodigioso porque por debajo del 50 por ciento de participación estarían perdidos.
 
El PSOE quería reproducir la etapa negra de la derecha española. Como en los momentos más bajos de la extinta Alianza Popular, esperaba un descalabro similar al sufrido en las elecciones europeas del 15 de junio de 1989. En esa campaña, la más desastrosa del partido entonces presidido por Manuel Fraga, debido a las guerras internas de AP, otro dirigente de la formación política de Génova, Marcelino Oreja Aguirre, tío de Jaime Mayor el actual candidato del centroderecha, perdió 1.352.262 papeletas. Frente a los casi cinco millones alcanzados en los comicios anteriores, no obtuvo ni siquiera tres millones y medio de votos con lo que perdió nada menos que doce diputados. Una tremenda hecatombe.
 
Pero entre los socialistas, quién no se consuela es porque no quiere. La realidad es que en las elecciones del domingo cuarenta y uno de cada cien españoles ha dado su confianza al Partido Popular, consolidándolo como una alternativa de poder fiable y sólo dos españoles más de cada cien lo han hecho al PSOE, siendo la formación liderada por Mariano Rajoy la fuerza más votada nada menos que en trece comunidades autónomas. Y eso después de la vergonzante retirada de los soldados españoles de Irak y su utilización electoralista en la llegada a España, con banderita del PSOE incluida, la electoralista entrega del dinero reclamado por la comunidad autónoma andaluza, el juego sucio en la utilización de los medios públicos, la retirada del Plan Hidrológico Nacional, la apresurada venta de la ley integral contra la violencia doméstica cuestionada por el CGPJ, la retirada de la Ley de Calidad de la Enseñanza, la supuesta bajada del IVA en los precios de los libros y CDs, y las demagógicas políticas de la vivienda, las homologaciones a troche y moche de los carnés de conducir a los marroquíes o las concesiones a los nacionalistas retirando los recursos en contra del Parlamento vasco en los tribunales.
 
Lo que es casi un milagro, frente a lo declarado por el secretario de organización del PSOE, José Blanco, es que frente a esta catarata de actuaciones partidistas, y frente a la utilización del aparato del Estado en beneficio propio, el PP haya logrado arrumbar sus complejos que le hacían pasearse como un zombi hasta hace quince días por el Congreso de los Diputados y vuelva a situarse en el nivel político que exige una España que es la octava potencia económica del mundo y que necesita de un proyecto cohesionado y antirupturista como el alcanzado durante los ocho años de liderazgo de José María Aznar con Mariano Rajoy como vicepresidente del Gobierno.
 
Los resultados electorales ofrecen otras valoraciones positivas. Los españoles han votado por la estabilidad de España, la Constitución como valor supremo y el abandono de las peligrosas incursiones en las reformas estatutarias sin control tal y como se deduce de la suma de los votos de las dos grandes fuerzas políticas nacionales –el bloque constitucional formado por PP y PSOE– que refleja que casi el 85 por ciento de los ciudadanos se ha inclinado por la unidad de España, a pesar del minoritario sector catalanista del PSOE.
 
Los españoles han puesto a cada partido en su sitio. Así deben interpretarse los dos grandes descalabros electorales: el de GALEUSCA –CiU, PNV y BNG, PSM, BNV– e Izquierda Unida y los verdes. Ignasi Guardans, nieto de Cambó y cabeza visible de Galeusca, proponía días atrás que se incluyeran todas las lenguas regionales en la constitución europea y para evitar que la UE se convirtiera en una torre de Babel, los políticos en Bruselas se expresaran en francés, inglés o alemán. A la vista de los resultados, en los que el PP les ha superado en Cataluña, parece más lógico que todos los que se apoyan en una política étnico-lingüística que pretende arrumbar al castellano, deberían empezar a aprender la lengua de Cervantes, hablada por más de 400 millones de personas en el mundo. Otro dato a resaltar es que en el País Vasco, la suma de votos obtenidos por el bloque constitucionalista supera a las papeletas de quienes apoyan el Plan Ibarretxe.
 
La situación de IU es mucho más patética todavía. Sin espacio político desde la caída del muro de Berlín en 1989, hace ocho años Julio Anguita y José María Aznar iban juntos frente a la corrupción del PSOE y su federación de izquierdas triplicaba sus resultados. Ahora convertidos en los bufones y marionetas del PSOE en la guerra contra Irak, han sido abducidos por ZP hasta el punto de desaparecer del mapa político español. En definitiva, IU obtiene el peor resultado de la historia y está más cerca del Partido del Cannabis –la octava fuerza política más votada– que del resto de las formaciones de ámbito nacional. De todas maneras, Llamazares se consolaba el domingo por la noche en privado: el Partido Andalucista y Coalición Canaria no han obtenido representación en Europa.
 
Volviendo a los socialistas, a más de uno de sus dirigentes que creía en la derrota del PP por goleada lo que constituiría la tumba de mariano Rajoy, se le atragantó el champán. Las elecciones europeas del 13-J han supuesto el fin de la borrachera de poder y empieza la hora de la verdad. A partir de hoy tendrán que demostrar que son buenos gobernantes o en poco tiempo, vistas ya las orejas al lobo, su propia política se les volverá en contra.
 

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