Menú
La circunscripción electoral única marca la verdadera medida de los partidos en España. El PSOE y el PP han obtenido su medida justa, pero también los grupúsculos políticos, los nacionalistas, los republicanos o la izquierda radical. Es decir, fuera de la corrección típica de los sistemas electorales que quieren mostrar, a veces, una exagerada pluralidad, la representación política se ajusta a la realidad. La lectura es evidente: esos pequeños partidos no pueden determinar la política de Estado, máxime si son antisistema, como ERC e IU. La distribución del voto, además, muestra cómo el bipartidismo español se consolida, con más de un 80% de los votos. Esto pone en cuestión la sobredimensión que se ha pretendido dar a un pluralismo victimista, tanto como al debate sobre el desencaje autonómico de ciertas regiones.
 
El PP ha salido de estas elecciones reforzado interna y externamente. Rajoy ha conseguido que su liderazgo no tropiece en una segunda derrota electoral en tres meses, lo que le hubiera puesto en una situación muy complicada en el congreso popular de septiembre. Para el electorado popular es un respiro, un respaldo moral que le proporciona confianza en su partido. La candidatura popular ha sido la más votada en 11 autonomías, más Ceuta y Melilla, así como en la mayor parte de las provincias. Mayor Oreja ha logrado devolver la imagen de partido con capacidad de volver al gobierno. Y esta percepción es imprescindible para presentar un proyecto creíble. Así, en conjunto, con la consolidación del nuevo equipo director del PP, y la fortaleza electoral, la oposición al Gobierno Zapatero será, presumiblemente, muy dura. La previsión es, por tanto, la de una legislatura complicada para el Ejecutivo socialista.
 
El PSOE ha conseguido uno de los peores resultados de los que, siendo realista, podía tener, pues poca gente dudaba de su victoria. Ni el PP se ha hundido, ni el PSOE ha conseguido una victoria que le permita desembarazarse de sus molestos aliados parlamentarios. No ha logrado una victoria clara, ya que la diferencia con el PP, un 2%, no ha sido la que aventuraban los sondeos ni, mucho menos, la extraña dada por el CIS de Fernando Vallespín. Una señalada diferencia con los populares hubiera permitido a los socialistas desprenderse del lastre de ERC e IU, y gobernar sin más condicionante que el PSC de Maragall.
 
Esta exigua victoria, con un PP crecido, devuelve a los socialistas a los brazos de los antisistema para continuar esa política del “talante”. Hasta ahora, el Gobierno Zapatero sólo ha hecho política retrospectiva, de corrección. Y el fin de las citas electorales y del cobro de las facturas al PP por la guerra de Irak, no solo agotan su discurso sino que les enfrenta a la verdadera labor de gobierno. Es hora de que el PSOE atienda a la descoordinación flagrante de sus ministros, fijándose tanto en el humo de su programa electoral como en las demandas de Esquerra Republicana e Izquierda Unida.
 
Esta coalición, la izquierdista, se va desinflando poco a poco. Su estrategia es equivocada, pues alimentar el fantasma de la derecha es aconsejar el voto para el partido mayoritario de la izquierda. El sector de IU que aboga por extremar su izquierdismo, no hará más que marginar aún más a la coalición. Este discurso es muy similar al que está haciendo caer en picado a CiU desde hace años: el peligro españolista con el que azuzan al electorado acaba dando votos a ERC. Llamazares, siguiendo con lo anterior, se engaña al decir que no han sabido movilizar al votante de izquierdas. Lo mismo es que IU no tiene más de lo que ha puesto en las urnas, porque tampoco tiene más en su discurso antiguo y en sus listas cuajadas de artistas. Pero el gran problema de IU es que los terceros partidos nacionales, esos que cuentan para apoyar un gobierno débil, funcionan cuando son de centro. Y este no es el caso de IU, cuya dimensión social, económica y política, así como el liderazgo, han de ser seriamente revisados porque es evidente que no gustan a los españoles. El papel de partido testimonial, o de conciencia, es plausible para una ONG, pero no para una opción de gobierno.
 
La abstención, finalmente, ha sido elevada y, esto, para algunos analistas, ha perjudicado a los partidos de la izquierda. Es probable; pero lo cierto es que la baja participación ha afectado a todos los grupos. La participación no debe medirse únicamente con respecto a la desinformación o al desinterés sobre lo que es la Unión Europea, sino a la fidelidad al partido y la confianza que genera, independientemente de la consulta electoral que sea. Es una aceptable noticia, por ende, que seis de cada diez votantes de los dos grandes partidos, PSOE y PP, según los resultados del 14-M, hayan “repetido” su voto. La democracia española, asentada en su Constitución, funciona.

En España

    0
    comentarios