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Encarna Jiménez

La gran crisis

Las señales de alarma en TVE han empezado a dispararse nada más conocerse los datos de audiencia de los telediarios en el mes de junio. Solamente cuatro días han sido capaces los informativos dirigidos por Fran Llorente de imponerse a sus competidores en la primera mitad del mes. Antena 3 y Telecinco le están ganando la partida a la televisión pública, que había mantenido una tradición de liderazgo que empezó a erosionarse con Urdaci, pero que ahora sufre una caída acelerada.
 
Parece evidente que TVE ha dejado de ser la referencia para la información. A pesar de contar con más efectivos que ninguna otra cadena, la pérdida de identidad de los telediarios se agudiza día a día. Lo más alarmante es que no afecta a una de sus ediciones, sino a todas. La que peores resultados ha tenido ha sido, precisamente, la de las nueve de la noche, conducida por Helena Resano. El cambio de horario por la retransmisión de los partidos de la Eurocopa es una de las razones del descalabro, pero hay otros factores que se han sumado. Desde hace un tiempo, el baile de presentadores ha eliminado elementos de referencia visual y de estilo. La tendencia a elegir presentadoras, o presentadores, que parecen estar cortados con el mismo patrón no favorece la información, ni arrastra a la audiencia, y esto no es de ahora. Si no hubiera sido porque Letizia Ortiz ha llegado a ser princesa, pocos recordarían su cara, aunque su estilo, con escasas variaciones, se esté repitiendo.
 
La eliminación de Carmen Tomás en la última edición ha sido otro paso más en la pérdida de profesionales con tradición, pero sin duda, el punto más flaco es que TVE tiene que competir con caras muy conocidas. En Antena 3 está Matías Prats, que ya es historia de la televisión, y no sólo por herencia, sino por continuidad. Angels Barceló lleva ya muchos años en Telecinco como para que no se la recuerde y Olga Viza, a pesar de sus cambios de destino, tiene marca, al igual que una María Escario a la que, quizá, deberían darle más juego.
 
La gran apuesta de TVE de cara al otoño es la vuelta de Lorenzo Milá, aunque el panorama, tal como se presenta, no es muy halagüeño y él, una incógnita en el papel de conductor de un telediario que poco tiene que ver con el “alternativo” de “La 2”. Ese estaba muy bien para ganar premios de circunstancias, pero remontar la caída vertiginosa de la audiencia en el telediario estrella es un reto duro.
 
No es casual que, en las principales cadenas occidentales, haya muchos ejemplos de profesionales de la información que se han mantenido durante décadas, y que su jubilación se convierta en noticia de primera magnitud. En España, entre el intervencionismo gubernamental, la plaga de presentadores clónicos y la eliminación del telediario con firma y estilo propios se ha conseguido fomentar el desinterés.
 
Es más que probable que quienes han nombrado a Caffarel, le exijan que, además de ser menos explícita en la intervención gubernamental en TVE, justifique con resultados sus cambios en unos informativos que, si siguen a la deriva, ni siquiera servirán como altavoz de consignas.

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