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EDITORIAL

María San Gil, la opción de la libertad

Con Mayor Oreja e Iturgáiz destinados en Estrasburgo los populares vascos se habían quedado algo huérfanos tras las pasadas elecciones europeas. La designación, sin discusión y por unanimidad, de María San Gil como candidata a lehendakari ha venido a cubrir ese hueco y a dar el pistoletazo de salida simbólico a las elecciones vascas del año próximo.
 
Desde hace unos días venía resonando en los medios el tradicional carillón de nombres. Entre otros, se habían barajado los de pesos pesados del Partido Popular como Carmelo Barrio y Loyola de Palacio. Y no es para menos. Ser candidato popular en las elecciones vascas no es cualquier cosa. Sin menoscabo de los que se presentan en otras autonomías igualmente importantes, los políticos del PP que se postulan como futuros presidentes del País Vasco tienen una especial responsabilidad, no menos riesgo, y un trabajo por delante en defensa de la libertad que merece la admiración de cualquier ciudadano de bien.
 
Mayor Oreja, en su desafío personal de 2001, no logró acabar con las más de dos décadas de preponderancia nacionalista en el ejecutivo autónomo. El testigo lo recoge una concejala joven, cargada de entusiasmo y con las ideas bien claras de cuál es el lugar que el País Vasco debe ocupar en la España constitucional.
 
Donostiarra de nacimiento y filóloga de formación, María San Gil posee experiencia sobrada para enfrentarse a semejante reto. Es presidenta de los populares guipuzcoanos y portavoz del PP en el ayuntamiento de San Sebastián. Sus primeros pasos en política los dio de la mano del malogrado Gregorio Ordóñez. El día en que éste fue tiroteado en un restaurante del casco viejo donostiarra ella se encontraba allí, junto a él. Desde entonces ha vivido volcada en su ciudad natal y en la defensa, aun a riesgo de su propia vida, de la libertad de sus conciudadanos.
 
Célebres se hicieron en un pasado no tan lejano los rifirafes que, un día si y al otro también, mantenía con los concejales de la extinta Batasuna en los plenos municipales. Nunca se ha amilanado frente al terror. Nunca ha bajado la guardia. Nunca en definitiva se ha avergonzado de ser lo que es: vasca, española y defensora del orden constitucional. Una mujer de rompe y rasga, de carácter inquebrantable, de esas que consiguen, a fuerza de argumentos y valentía, que los ciudadanos se reconcilien con la política.
 
La candidata popular ha cosechado simpatías incluso entre los votantes habituales de los partidos nacionalistas; sus rivales políticos y con los que mantiene una encarnizada batalla de ideas desde hace casi diez años. La fama de San Gil va sin embargo más allá de los límites del País Vasco. Es probablemente la política vasca más conocida el resto de España. Y se lo merece. Su determinación le ha convertido en todo un icono de los vascos que cada día luchan por salir de esa inexplicable clandestinidad a la que se ven condenados los que, en las tres provincias vascas, se definen sin complejos como vascos y como españoles.
 
Hace poco más de un año participando en un chat con los internautas de un conocido diario nacional afirmaba sin ambages que la medida más efectiva para acabar con la lacra terrorista era no tener miedo. Y ella no lo ha tenido jamás. “El miedo y yo convivimos bastante bien, gracias” afirma sin pestañear cada vez que alguien cuestiona su extraordinario coraje. Muchos han visto en ella algo más que una buena concejala; una luchadora excepcional que antepone los principios a cualquier otra consideración. El historiador Mikel Azurmendi no se mordió la lengua hace un año cuando dijo que María San Gil era “la única opción que puede garantizar a medio plazo la libertad”
 
Adhesiones como la de Azurmendi han contribuido a crear ese componente “heroico” de la concejala donostiarra. Sin embargo el horizonte político vasco presenta negros nubarrones que, ni los mejor informados, pueden predecir cuando descargarán. La labor de un Partido Popular vasco unido y liderado con firmeza es esencial en los tiempos de mudanza que se avecinan. El último acto del Plan Ibarreche está aun por escenificarse. De los buenos oficios y, sobre todo, de la capacidad de persuasión de una candidata que, con los datos en la mano, será la segunda más votada en las elecciones vascas de 2005.

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