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Las claves del relevo

El hasta el viernes Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra (JEME), el Gral. Alejandre Sintes, se ha ido dando un portazo en protesta por su cese y, sobre todo, por no haber sido él el elegido para ocupar el cargo de Jefe del Estado Mayor de la Defensa, el JEMAD, cargo para el que, a propuesta de Bono, el Gobierno ha designado a su colega del Tierra, el Tte. Gral. Félix Sanz. Es posible que los spin doctors de Defensa, esto es de Bono, quieran que todo se quede en una pataleta personal de un militar frustrado, pero la cosa no es tan sencilla. En los mentideros de Castellana 109, la sede del órgano central de la defensa y despacho del Ministro, se daba por seguro desde hace semanas que Alejandre Sintes sería el nuevo JEMAD y es más que dudoso que el ministro no hubiera hecho algún guiño interno en ese sentido.
 
Pero para entender un posible cambio de criterio hay que recordar que el JEMAD, teóricamente el asesor militar principal del presidente del Gobierno, a la vez que mando operativo de los tres ejércitos, nunca ha sido una figura que cumpliera plenamente con sus funciones. Por un lado, los Cuarteles Generales de la Armada, Tierra y Aire no le concedieron las competencias reales para ejercer de verdadero mando operativo, dado que eso les habría reducido a ellos mismos a gestores de la Fuerza (es decir, quien adiestra, prepara y mantiene disponible a las unidades), pero les habría quitado su control sobre la inteligencia, la logística, y, en especial, las operaciones. Con un JEMAD operativo no tendrían sentido los mandos de la Flota, el del Ejército de Tierra ni el del Aire. De hecho, la Revisión Estratégica de la Defensa, elaborada por el anterior equipo, ya avanzaba la necesidad de crear un mando operativo conjunto para resolver ese problema de enfrentamiento entre los cuarteles generales y el Estado Mayor de la Defensa.
 
En la medida en que el JEMAD encontraba serias dificultades para imponer su visión conjunta y operativa sobre los tres ejércitos, en la práctica con quien competía por competencias era con el Órgano Central y, más concretamente, con la Dirección General de Política de Defensa (DIGENPOL). No tenía por qué ser así, pero la verdad es que eso es lo que ha sucedido durante muchos años. Desde la creación de la Secretaría General de Política de Defensa (SEGENPOL), también rozaba con este puesto.
 
En este sentido, el nombramiento de DIGENPOL como JEMAD puede ir en la dirección de resolver los conflictos que se han suscitado tradicionalmente entre esos dos cargos. Nadie mejor para conocer los límites de cada uno que Félix Sanz Roldán, un general que se ha curtido en el área internacional de Defensa hasta ser nombrado recientemente DIGENPOL. Es más, su larga vinculación con el actual SEGENPOL, el Almirante Francisco Torrente, anterior Jefe de la Armada, puede hacer todavía más fácil el necesario entendimiento entre ambos puestos.
 
Pero sería un error confiar la solución de una cuestión estructural, de definición de papeles y competencias, a una buena relación personal. No sería ni funcional ni duradero. Es urgente que se completen los trabajos, prácticamente ultimados por el equipo de Trillo, para la revisión de la obsoleta Ley de Criterios Básicos de la Defensa, que data de 1980 y fue retocada ligeramente en 1984. El JEMAD tiene que ser, en teoría y en la práctica, el asesor del Gobierno en materia militar, pero a cambio debe ceder competencias operativas a un mando específico y conjunto que garantice la plena atención a las mismas, en todos sus múltiples aspectos y en el día a día. Los Cuarteles Generales deben ceder a su vez hacia ese mando operativo y olvidarse de conducir ellos sus propias operaciones, porque si este ministro aprueba alguna operación, será de carácter conjunto, como todas las realizadas en los últimos años o estarán enmarcadas en la Alianza Atlántica y la cadena de mando no será nacional sino multinacional e integrada.
 
Igualmente, lo que nuestras Fuerzas Armadas necesitan, tras su periodo de reducción de los 90 y la profesionalización de comienzos de esta década, no es solamente un proceso de modernización cualquiera del material. Necesitan dar ese salto cualitativo que nuestros aliados denominan "transformación", un cambio sustancial de los conceptos, procedimientos, doctrinas, orgánica, equipamiento y operaciones. Algo que no se logra, por ejemplo, añadiendo 212 carros pesados Leopard 2E a los ya de por sí faltos de proyección arsenales del Ejército de Tierra. Desgraciadamente, lo que ha venido adelantando el actual ministro en sus comparecencias públicas deja mucho que desear al respecto, a pesar de que la política de transformación estaba en el programa electoral del PSOE, al menos en las versiones anteriores a su desaparición temporal y misteriosa de su página web.
 
Es muy probable que el nuevo JEMAD y sus homólogos en Defensa consigan entenderse y llevarse a las mil maravillas. Pero eso, de por sí, no resolverá los dilemas que atenazan a nuestra defensa y a nuestras Fuerzas Armadas. Ojalá que la nueva cúpula militar consiga que la evolución de los ejércitos se acelere y transcurra por la buena dirección. Si es así será gracias a alguien que ha influido sobre el ministro y cuya mente parecía contentarse con una alineación diferente hasta hace pocas fechas. Por el profundo conocimiento de las profundas realidades del poder militar, tampoco parece que ese alguien sea del equipo político que Bono se llevó consigo desde Castilla-La Mancha.

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