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Si hemos de creer al portavoz del PSOE en la Comisión del 11-M y el informe policial a ella remitido, la policía nunca consideró seriamente la hipótesis ETA. Álvaro Cuesta lo dijo bien claro: el actual ejecutivo “dice que no hay ni un solo documento que ponga de manifiesto una línea de investigación abierta sobre la autoría de ETA”. Eso dicen. El gobierno y su portavoz en la Comisión. No hay ni una sola nota de la policía, en relación con el 11-M, que contenga las siglas ETA. Ni una. Puede uno creerles. O pensar que no la encontraron. O que las trituradoras trabajaron horas extras -tiempo hubo. O imaginar los diversos y ya bien probados métodos, para hacer desaparecer hasta los más tenues rastros de un documento o parte de uno. Nada de tippex, como en aquella chapuza.
 
Yo prefiero creerles. Como hipótesis de partida. Es mi línea de investigación. Para ello, debo vencer cierta extrañeza. Teniendo en cuenta que en los meses anteriores, la ETA había intentado una masacre en la estación de Chamartín, y otra que necesitaba gran cantidad de explosivos, y que también andaban en lo de las mochilas y los móviles, parece raro que la autoría etarra no se le dibujara en los papeles a la policía. Es ésta una de las incongruencias que deberá resolver, si quiere y si puede, la Comisión. En todo caso, de lo que dijo Cuesta, y publicó El País, en tándem o concierto a cuatro manos, se entiende que, desde el principio mismo, nuestra policía supo que no había sido la ETA.
 
Si la deducción es correcta, entonces, el PP se tiró a la piscina en salvaje desnudez. A sabiendas de que la policía no pensaba en la ETA, el ministro del Interior, el gran jefe de la policía, le dice al pueblo atribulado que los autores de la matanza han sido los etarras. Y tan poco le importa balancearse en el vacío, que lo repite varias veces, incluso cuando aparece una cinta con versos del Corán. Aquí tengo que hacer un nuevo acto de fe: creo que la policía informó al ministro de cuanto se traía entre manos. Si no, si se le hubiera mantenido deliberadamente ignorante, deberían saltar las alarmas. Habría que pedir responsabilidades. También, mujer de fe que soy, espero que la Comisión aclare tal extremo. Y puesto a aclarar, que investigue si un primer documento de la policía, como dice El Confidencial, contiene información que no figura en el que se les ha entregado a los diputados.
 
El gobierno del PP sabía, si creemos en la lealtad de la policía, que ésta descartaba a la ETA. ¿Por qué se empeñó en decir lo contrario? ¿Pensó acaso que la investigación no daría frutos hasta después de las elecciones? ¿No consideró siquiera que podía descubrirse el pastel antes, cuando iban apareciendo pistas a toda mecha? Podemos aceptar que los del PP son malos y hasta tontos, pero ¿tan tontos? Apostar a la carta ETA con tal firmeza, en esas condiciones, equivalía al suicidio político. ¿No se dieron cuenta? Quien diseña una mentira de tal calibre suele cubrirse mejor las espaldas. Pero se ve que la derecha, por no saber, no sabe ni mentir bien. Otros hay que lo hacen mejor.
 
Sea como sea, el panorama que se perfila tras las mentiras o verdades que nos imparten es poco edificante. Para el ciudadano. Los políticos actuaron pensando que el elector español mantenía suspendido su voto a la espera de que se supiera quién había cometido el atentado. Nunca se había visto tal cosa. Nunca los terroristas habían logrado influir tan directamente en un electorado. Esto no es una hipótesis. Fue una realidad. Los políticos españoles conocen bien al pueblo soberano. Tan bien, por lo menos, como los que gestaron la matanza.

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