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José Carlos Rodríguez

John Edwards es el elegido

Las especulaciones han caducado con la noticia final: John F. Kerry ha elegido a John Edwards como ticket electoral; como candidato a la vicepresidencia de los Estados Unidos. Era uno de los más claros candidatos, yo mismo había apostado por él, pero no por ello deja de ser una elección en parte sorprendente. Con la designación del joven senador por Carolina del Norte la campaña acaba de perfilarse y precisamente en un momento crítico, ya que pese a los escándalos de las torturas en Irak, pese al goteo de víctimas, pese a la enorme polarización de la opinión pública, las encuestas muestran un empate en las preferencias de los estadounidenses por el actual Presidente y por el candidato demócrata.
 
Precisamente esta polarización explica en parte la elección del senador Edwards. La decisión sobre el candidato a vicepresidente siempre tiene un elemento de pacto con el propio partido para ganarse el apoyo del mismo en la campaña final. Fue el caso de Ronald Reagan cuando eligió a George W. H. Bush, quien le había disputado la candidatura, como compañero de ticket, pese a que este había calificado las propuestas del primero como economía vudú. Hoy se repite el mismo caso, ya que Edwards llegó a soñar con ocupar la posición de Kerry, pero en circunstancias muy diferentes. La oposición a Bush hijo es tan cerrada que el lema todos contra Bush ha unido al partido demócrata como no ocurría en muchos años. Este hecho ofrece una doble ventaja para Kerry: por un lado el apoyo incondicional de la maquinaria electoral del partido, por otro el no tener que hacer pactos con las corrientes internas le ha permitido centrarse en las perspectivas electorales.
 
No es que faltaran candidatos entre los que elegir. Uno de los más fuertes era Dick Gephardt, un hombre con 27 años de servicio en el Congreso y muy buena relación con los sindicatos y buena imagen entre los votantes de izquierda. Pero esa experiencia la aporta ya el propio Kerry, que ha estado en el Senado 19 años. Uno de los nombres que más sonaban era el de Bob Graham, Senador de Florida, el Estado en el que se decidió la Presidencia en las elecciones de 2000. Pero ni él ni su compañero Bill Nelson, del mismo Estado, aportan el atractivo electoral que Kerry necesita. Edwards era la mejor opción por varios motivos. En primer lugar, si bien es un político con escasa experiencia, ya que ha servido como senador por una legislatura, tiene otras cualidades que se complementan con las de John Kerry y que podrían marcar la diferencia en las elecciones del próximo noviembre.
 
John Kerry es un candidato bastante típico, sin aristas, con una corrección política quizás excesiva, que le ha llevado a mantener una posición y la contraria sobre casi cualquier asunto de interés. Veterano de guerra, con amplia experiencia política y en asuntos de exterior, gana con la compañía de John Edwards todo lo que a él le falta. El Senador de Carolina del Sur es un joven y brillante abogado que tiene un discurso populista, claramente demagógico, que habla de dos Américas, una rica y una pobre. Es muy telegénico y es un candidato muy hábil, que sabe ganarse una buena conexión con los votantes. Aporta el elemento doméstico que se suma a la experiencia y la posición fuerte de Kerry en el exterior. Además este último es de Nueva Hampshire (en el noreste), y Edwards aportaría votos por el sur, tradicionalmente favorables al partido demócrata, pero que en las últimas elecciones lo ha hecho claramente por el actual Presidente. Kerry se ha casado con una de las primeras fortunas de EE.UU., heredera del imperio Heinz, mientras que Edwards se ha hecho rico por sí mismo, pleiteando contra hospitales y seguros médicos. Un ámbito en el que ha obtenido enormes éxitos que le han hecho un hombre rico, y que por otro lado ha llevado a un notable aumento en los costes del sistema médico estadounidense.
 
George W. Bush tiene motivo para inquietarse. Él no ha optado por cambiar a Dick Cheney, un hombre que en 2000 le aportó la experiencia de que él carecía, lo que le vino muy bien en su elección. Pero con un corazón muy débil y una imagen muy castigada en la opinión pública, Cheney quizás le resta más que le suma. Aunque discutido y discutible, nadie dirá que George Bush es un hombre débil como presidente, por lo que la experiencia del Vicepresidente no le es tan necesaria. Un candidato alternativo podría haber contrarrestado el previsible movimiento de John Kerry, y habría ayudado a centrar el debate en la economía, que ahora está remontando, frente al todavía incierto resultado de la invasión y reconstrucción de Irak. Pero Bush ha optado por la continuidad, otorgándole de este modo una ventaja estratégica a su oponente, en un momento de igualdad en las encuestas. Lo que aporte Edwards a la campaña está por ver.

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