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Ignacio Villa

Disgustos que da la vida

Puede que no asuste a nadie en las filas socialistas, pero desde luego es evidente que Esquerra Republicana se ha convertido, desde hace tiempo, en el quebradero de cabeza del PSOE en esta legislatura. Y es que el hecho que los republicanos catalanes se hayan convertido en el precio de la estabilidad para el Gobierno de Maragall y para el Gobierno de Zapatero, es una auténtica barbaridad política.
 
Unas veces es un problema de chantaje, en otras ocasiones es desde la amenaza, y desde luego nunca faltan los reproches en público o las trampas políticas. Los socialistas en Madrid y en Barcelona viven a merced de los republicanos; de sus caprichos y de sus trapisondas. Pero en fin, esas son cuestiones que eran previsibles y que son el precio que están pagando por una teórica ¿tranquilidad? parlamentaria.
 
Lo que ya no es tan evidente es que los socialistas tengan que esconder y enterrar todo principio democrático y de sentido común, como sí tal cosa. Es una humillación que muchos militantes y simpatizantes socialistas no se merecen. Los dirigentes del PSOE ya lo hicieron cuando se conoció que Carod-Rovira se había reunido con la cúpula de ETA para negociar una tregua en Cataluña; y ha vuelto a pasar ahora cuando se ha sabido que Carod y Otegui impulsaron una estrategia de anormalidad durante la jornada de reflexión previa a las elecciones del 14 de marzo.
 
Ante esta nueva historia, el Partido Socialista y su secretario general no pueden mirar hacia otra parte. Rodríguez Zapatero no puede quitarse de en medio como sí no fuera con él. El actual presidente del Gobierno sabe que su victoria electoral llegó después de un día de reflexión con estos condicionantes, por lo que aunque nadie ha puesto en duda ese triunfo, él sabe que todas estas revelaciones dejan en evidencia muchas historias urdidas debajo de la mesa. Muy lejos de la claridad y de la transparencia que ahora predica a los cuatro vientos, pero que no tienen reflejo a la hora de la verdad.
 
Los contenidos de este informe del CNI y que el Ejecutivo no ha querido desclasificar revelan, al menos, algo que es público y notorio: la violación de la jornada de reflexión no fue algo espontáneo. Lo que ocurrió el 13 de marzo estaba diseñado desde distintos despachos políticos. La aparición de Pérez Rubalcaba, en televisión, acusando al Gobierno de mentir fue el momento más intenso de una estrategia más amplia. No estamos ante casualidades. En esta historia no hay nada fuera del guión escrito de forma minuciosa. Y en la calle Ferraz lo saben perfectamente. ¿Nervios?. Muchos. Todos.

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