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Inteligencia y especulación

Las revelaciones documentales que se están haciendo en la comisión del 11-M han puesto en evidencia el trabajo del CNI en un doble sentido. Por una parte, las escuchas a Carod Rovira y Otegui, dejan claro qué es lo que preocupa al servicio de inteligencia. Por mucho que se quiera disfrazar como un seguimiento a miembros de ETA con descubrimientos colaterales, la realidad es que los informes sobre cuestiones de política internas son una constante de La Casa. En todo caso, y en la medida en que la seguridad del estado esté en peligro y los independentismos estén entre los objetivos de información aprobados por el gobierno, nada hay que objetar.
 
Más grave es la segunda revelación: que en sus análisis no acertaron ni una. El CNI ha dejado claro con sus propios papeles que no tuvo acceso a información de la investigación en tiempo real y que su trabajo sobre los atentados fue esencialmente especulativo. Una gran sorpresa: que cuatro días más tarde de los atentados siguiera defendiendo, sin ninguna base sólida, sino como mera hipótesis, la existencia de terroristas suicidas.
 
Hay que reconocer, porque es la base de todos los males de nuestro servicio secreto, que su obsesión histórica ha sido ETA y el País Vasco. En la propia comisión ha quedado patente: se sabe por escuchas lo que se cocía en ese entorno. Pero en cuanto se sale de ahí, la pobreza informativa e intelectual es lo que lamentablemente impera. Decía ya Churchill en su día que todos los informes de los espías comenzaban “por un lado” y acababan “por otro”, dejando al lector tan confuso como al principio. Cuando se leen los textos del CNI sobre el terrorismo islámico sucede lo mismo. Se habla de hipótesis en el mismo tono que en los escritos de un académico o de cualquier experto al margen del aparato del Estado.
 
La Comisión del 11-M, a diferencia de las americanas (11-S e Irak) o la británica (Butler) no ha adoptado como mandato revisar el trabajo de nuestros agentes de inteligencia. Pero esa es una cuestión pendiente desde hace muchos años. Dicen ahora que los agentes tienen miedo y rabia porque se desclasifique lo que hacen. Y es que no hay nada peor que dejar al descubierto la incompetencia.

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