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Dezcallarse no es lo mismo que callarse. Fungairiño, por ejemplo, despeja el balón y calla cuando le quieren poner a especular. Bueno es él. Arguye un aislamiento mediático por higiene mental y punto. Y el interlocutor, con un berrinche fenomenal invoca imaginarios delitos, pero comprende que no tiene modo humano de sumar al fiscal a su juego. Dezcallarse es mucho más difícil, es hablar sin decir nada pero con tono de experto, quedar bien con todos pero no satisfacer a nadie, hablar por la boca pero con autoridad.
 
La falta de lecturas, o la mala fe, o la creativa combinación de ambas, ha impedido a muchos observadores captar el mensaje transparente de los silencios de Fungairiño y, en una estúpida revancha, se le han echado a la yugular tirando de hemeroteca mala y parcial para atribuirle los crímenes de Pinochet. Hasta la triste Tigresa se ha sumado al festejo con algo que quería ser una ironía.
 
El que ni se calla ni se dezcalla, para exasperación de enemigos cordiales y de amigos ingratos, es Aznar. Mucho ruido con las declaraciones colombianas. Como si el ex presidente se hubiera ido de boca en un calentón. Parece mentira que todavía no lo conozcan; Aznar no tiene calentones (dialécticos, se entiende); siempre dice lo que quiere decir, bien clarito y con toda la intención. Sabe que Radio Caracol se acaba oyendo en Madrid, y ha emitido un mensaje que es un aviso: todo lo que pueda saber el gobierno él también lo sabe, así como todo lo que pueda ocultar, manipular, torcer o tachar. Y de nuevo la jauría se lanza a por su presa favorita, la que nunca se cobraron ni se cobrarán porque su voluntaria marcha les frustró para siempre. Nos venden que se trata de algo gravísimo, dan por hecho que el ex presidente no puede tener esas informaciones y, ya puestos, le atribuye Blanco no sé qué filtración. La temeridad no está reñida con la confusión mental: “no he escuchado ningún malestar”, dijo en el congreso socialista, extendiendo las posibilidades del español.
 
Pero nada. Puede Aznar invocar el presente histórico y quedarse tan fresco. Puede dejar que el adversario se embarre del todo y que otros aclaren que los mismos documentos los tuvo Zapatero como jefe de la oposición y qué a ver dónde están. Se los pudo fotocopiar por si las moscas y no pasa nada, o se los pudo quedar para meterlos en su caja fuerte sin infringir la ley. Sólo los muy sectarios y muy cegados creerán que los ha filtrado a la prensa afín (¿cuál?). ¿Y quién lo demostrará? ¿Los filtros vivientes de la comisión parlamentaria?
 
Así que se puede hablar clarito y con intención, como Aznar, se puede callar y expresarse perfectamente, como Fungairiño, y se puede Dezcallar o hablar de forma muy aparente sin decir nada. “¿Qué voy a decir si me preguntan sobre tal o cual cosa?”, estarán preguntando a sus asesores algunos de los futuros comparecientes. “¡Dezcállate!”, les responderán. Como si fuera tan fácil.

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