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Daniel Pipes

El descenso palestino al Caos

"Hay una crisis. Hay un estado de caos". Eso es lo que Ahmed Qureia dijo tras anunciar su dimisión de lo que algunos llaman el primer ministerio de la Autoridad Palestina. "Tenemos un estado de caos absoluto", se hace eco el alcalde de Jenín, una ciudad de Cisjordania. Ese caos, que crece desde que Yasir Arafat inició la Guerra de Oslo en septiembre del 2000, ha movido a la AP a declarar el estado de emergencia; podría señalar el final de la propia AP.
 
Según una encuesta de abril del Instituto de Información General en Gaza, el 94 por ciento de los palestinos creen que en el territorio de la Autoridad Palestina prevalece un estado de anarquía y caos. Mientras las fuerzas de seguridad palestinas se han fragmentado y disuelto, grupos armados de identidad desconocida han tomado su lugar, utilizando tácticas de mano de hierro contra una población desgraciada. El Grupo de Monitorización de Derechos Humanos Palestinos de Jerusalén determina que "la posesión de armas ha sido socialmente legitimada en la sociedad palestina".
 
En la Nablús dominada por los grupos de maleantes, por ejemplo, han resultado algunos muertos de la espiral de actividad criminal y de acusaciones imprudentes de "colaboración" con Israel. Pero, explica Reuters, la mayoría de las muertes se vinculan a casos de identidad equivocada o simplemente mala suerte. En dos historias típicas que datan de febrero del 2004, "Amneh Abu Hijleh, de 37 años, entró en una farmacia para comprar jarabe para la tos de su hija sólo para ser asesinado de un tiro en un secuestro arruinado. Firas Aghbar, de 13 años, resultó muerto camino de la peluquería para un recorte de cumpleaños al meterse de lleno en una batalla entre facciones".
 
Como explicó el Washington Post, "la Autoridad Palestina está en quiebra, políticamente fracturada, acribillada por la corrupción, incapaz de proporcionar seguridad a su propia gente y aparentemente poco dispuesta a adoptar medidas severas contra los ataques terroristas contra Israel". Un miembro anónimo de Fatah estima que el 90 por ciento de la actividad de facciones es practicada por empleados de la Autoridad Palestina.
 
En febrero, por ejemplo, un oficial de policía palestino murió y once resultaron heridos cuando facciones rivales de la policía se enzarzaron entre sí dentro de los límites de la jefatura de policía de Gaza. Las cosas llegaron al clímax el 16 de julio, cuando terroristas de Al-Fatah tendieron una emboscada y capturaron al comisario de policía de Gaza durante varias horas; y después algunos policías palestinos recientemente despedidos secuestraron al director de coordinación militar en la parte meridional de Gaza.
 
El enviado de Oriente Medio de la ONU, Terje Roed-Larsen, ha ofrecido comentarios bien escogidos acerca de la anarquía que se extiende, diciendo al Consejo de Seguridad que "Los choques y ajustes de cuentas entre ramas de las fuerzas palestinas de seguridad son ahora comunes en la franja de Gaza, donde la autoridad legal de la Autoridad Palestina está retrocediendo rápidamente ante el creciente poder de armas, dinero e intimidación". También él llegó a la conclusión alarmante de que "Jericó se está convirtiendo realmente en la única ciudad palestina con policía en ejercicio".
 
Este descenso al caos insta a cuatro observaciones.
 
- La AP se ha unido a otras partes del Gran Oriente Medio (Somalia, Sudán, el Líbano, Irak, Afganistán) en la tendencia general hacia la anarquía.
 
- Arafat predijo en 1994 que "O construimos un Singapur en nuestro país o caemos en la trampa del trágico modelo somalí". Él reconoce así que el descenso de la AP a la anarquía de corte somalí simboliza su propio fracaso.
 
- El proverbio islámico, "mejor un millar de días de tiranía que un día de anarquía", tiene un elemento de verdad, porque la vida en los territorios de la AP se ha convertido en un verdadero infierno.
 
- Aunque Arafat inició la Guerra de Oslo hace casi cuatro años con la intención de destruir a Israel, irónicamente, él no está destruyendo a Israel sino a su propio proto-gobierno.
 
La cuestión que ahora afrontan los palestinos es si han aprendido las lecciones correctas de su amarga experiencia. Que por una vez no estén culpando a Israel de sus problemas es razón para un cierto optimismo. Cox News Service nota que, "conforme el desorden se extiende, intelectuales y políticos palestinos dejan atrás a Israel como chivo expiatorio usual y admiten compartir una parte de la culpa". National Public Radio cita a un palestino diciendo que la AP está en problemas "porque muchos están muriendo o son secuestrados o desvalijados… Todos acusamos al gobierno de no hacer nada". Una encuesta del Instituto General de Información, con sede en Gaza, concluye que sólo el 29 por ciento de los palestinos responsabilizan a los israelíes del fracaso de la AP en hacer cumplir la ley y el orden.
 
Esto es un buen comienzo. Pero emerger de sus apuros políticos requiere que los palestinos se reconcilien con la existencia del estado judío de Israel. Siempre y cuando se resistan a este cambio sincero, el modelo somalí seguirá siendo su destino.

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