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Isabel Durán

Secuestro de la democracia

La comisión de investigación del 11-M se ha desenmascarado. Como los buitres acechan desde el cielo los cadáveres dando vueltas hasta que se lanzan sobre su presa, quienes ostentan la soberanía popular en nombre del partido socialista y sus satélites minoritarios nacionalistas y de izquierdas no pueden ocultar ya cual es su única pieza a cobrar. No quieren saber quién o quienes fueron los autores intelectuales del asesinato de 192 personas en Madrid y de la mutilación de otros mil ochocientos heridos, e impiden que se conozcan sus ramificaciones y sus tramas ocultas. Les basta con remover su odio lacerante al PP. Pero al intentar cobrarse la pieza echándole la culpa a los populares de una supuesta manipulación gubernamental para ganar las elecciones generales a costa de los muertos creando una comisión de investigación predeterminada, les ha salido el tiro por la culata.
 
El PSOE –arropado, con la abierta connivencia de Convergencia y Unión, Esquerra Republicana, Partido Nacionalista Vasco, Izquierda Unida y Grupo Mixto– ha impedido que acuda a declarar el anterior secretario de Estado de Interior, Ignacio Astarloa, persona clave para el esclarecimiento de lo ocurrido tras los atentados ya que su puesto era el epicentro informativo del Gobierno. Veta además la comparecencia del jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Asturias, en manos de quien se dejó la investigación de la trama de los traficantes de dinamita asturianos según declaró el propio coronel Hernando, jefe de la UCO, y quien debería aclarar por qué no se persiguió a quienes tenían en su poder nada menos que 300 kilos de explosivos. Hurta también a los ciudadanos la posibilidad de escuchar a los confidentes de la policía y de la guardia civil y sus posibles pactos secretos para mantener la boca cerrada.
 
Obstaculizar y vetar cualquier vía de esclarecimiento supone un desprecio flagrante a la verdad con las agravantes de premeditación y alevosía políticas. A diferencia de cualquier otra comisión de investigación parlamentaria habida en la historia de la democracia –Roldán, Banesto, o Gescartera–, esta se produce a costa de la sangre derramada de inocentes para defender sus intereses personales han convertido la política en un estercolero. No se trata del saqueo de dinero más o menos público, sino de la mayor masacre producida jamás en Europa. Mofarse de las víctimas y de sus familiares impidiendo deliberadamente el esclarecimiento de los hechos supone la mayor burla a la ciudadanía de la historia de la democracia española y hará que quizás las heridas producidas no se cierren nunca. Sólo la no retransmisión por la televisión pública de las sesiones les salva del descrédito definitivo ante la ciudadanía si esta asistiera en directo a la patética patraña parlamentaria.
 
¿Qué es lo que con tanto miedo no quieren que se sepa los actuales titulares del Gobierno? Pese a todo, ahora sabemos más. Algunas cosas que antes de constituirse la comisión de investigación eran meras especulaciones ahora han quedado meridianamente claras: Sabemos que el PSOE tiene algo que ocultar. Sabemos que ese algo es tenebroso. Sabemos que en su rencor y su ansia de revanchismo hacia los populares, el resto de las formaciones políticas, CiU incluida, prefieren una ocultación cómplice al esclarecimiento de la verdad. El desprestigio cernido estos días sobre sus señorías, atrincheradas en la bajeza política y moral tiene una conclusión inapelable: La obstrucción deliberada para que no se conozca la verdad sobre quién planeó, financió y ayudó –deliberada o negligentemente– a cometer la mayor masacre de la historia de España supone el secuestro de la democracia.
 
 

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