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EDITORIAL

Venezuela: La hora se acerca

No hay día en que el bizarro régimen inspirado por Hugo Chávez no sea portada en los diarios de ambos lados del Atlántico. Cuando faltan tres semanas para el referéndum revocatorio que decidirá el destino político de esa nación sudamericana, los teletipos no dejan de escupir noticias desde Caracas.
 
Desde que en el pasado mes de junio las fuerzas democráticas consiguiese casi dos millones y medio de firmas en una cuestación popular que pasó a los anales de la República, el régimen chavista no ha hecho más que mostrar nerviosismo y deshacerse en demagogia. La historia, que no por trágica para la democracia de un país hermano es menos estrambótica, comenzó apenas Chávez hubo de reconciliarse con la realidad, la esperanzadora realidad que todavía mantiene a Venezuela lejos de La Habana.
 
De nada sirvieron los asaltos de las hordas chavistas a los principales medios de comunicación apenas entrado el mes de junio. Entonces una masa perfectamente adiestrada se lanzó en tromba contra el diario El Nacional y la emisora Radio Caracas Televisión, ambos identificados como medios hostiles al gobierno del ex golpista. En las cancillerías occidentales la noticia fue recibida con estupor, pero ni Bruselas ni Washington movieron un solo dedo para, al menos de palabra, denunciar lo que estaba pasando en Venezuela. En Madrid tampoco. A modo de agradecimiento el nuevo gobierno Zapatero envió al ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, a Caracas para relanzar las relaciones y que éstas vuelvan a la “normalidad”.
 
Como todos los autócratas que en el mundo han sido Chávez dio un nuevo paso otorgando la nacionalidad a inmigrantes indocumentados con objeto de acrecentar su ya nutrida bolsa de voto cautivo. A la violencia y las decisiones en política migratoria un tanto discutibles Chávez le ha sumado una demagogia desatada desde sus tribunas preferidas, la televisión pública y los mítines multitudinarios al estilo Fidel Castro.
 
Ha tachado a las fuerzas opositoras de “siervos de Bush”, está tratando por todos los medios de convencer a la nación de que en el referendum del 15 de agosto se ventila una batalla contra el imperialismo, y ha organizado una milicias populares bautizadas con el nombre de “Unidades de Batalla Electoral” para “captar indecisos y neutralizar a los adversarios”. Por “neutralizar” entiende naturalmente atacar la alcaldía de Caracas o asaltar un periódico disidente con su gobierno.
 
Ayer mismo advirtió a su país que se avecinaba una “campaña violenta” y de que los que pretenden desalojarle de la Presidencia son unos “ilusos” y que su intención es “instalar un Gobierno de ricos”. Quizá en su delirio considere que los dos millones y medio de firmantes del mes de junio son todos millonarios pertenecientes a la oligarquía. Como es lógico, no lo considera, incluso en sus más febriles accesos de locura bolivariana. La intención de Chávez es perpetuarse en el poder, al menos hasta el año 2013 como él mismo ha confesado.
 
El Consejo Nacional Electoral venezolano está poniendo toda la carne en el asador para que el burdo remedo de Simón Bolívar consiga su objetivo. Hace mes y medio denegó a la oposición la posibilidad de hacer el recuento de votos manualmente, en su lugar los responsables electorales han insistido en el cómputo automatizado. La Organización de Estados Americanos y otros organismos internacionales han mostrado su interés en observar el proceso electoral enviando delegados. El gobierno de Chávez, encantado con la propuesta, no ha tardado en hacer públicos los nombres de los mismos. Entre las personalidades invitadas por el Consejo Nacional Electoral, es decir, por Chávez, al evento se encuentran algunas figuras de renombre, pero de renombre por servir de valedoras de algunas de las dictaduras más celebres de las últimas décadas.
 
La nómina de “observadores” que se acaba de hacer pública incluye a escritores como Eduardo Galeano, significado defensor de la tiranía habanera, Gabriel García Márquez, amigo íntimo de Fidel Castro, Noam Chomsky, lingüista de profesión y libelista de vocación, y la singularmente nefasta Hebe de Bonanfini, cabeza de la rama más radical de las madres de la Plaza de Mayo. Todos son, a día de hoy, paladines de los peores gobiernos del planeta, y todos van a formar parte del simulacro que pretende escenificar Chávez ante la “ilusa” oposición venezolana. La Unión Europea ha protagonizado durante la jornada de hoy una espantada digna del nulo coraje que suele caracterizarle en política internacional. Bruselas no enviará observadores por “problemas técnicos”. Su representante, Jean Charles Ellerman Kingombe, no ha aportado más datos. Probablemente porque no los tenga, seguramente porque la postura de la Unión sea inexplicable. En Venezuela entretanto todo el “problema técnico” podría resumirse en un recuento computerizado que, conociendo las prácticas del gobierno de marras, da miedo pensar en él.

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