El reportaje de ABC sobre la situación de descontrol en la valla de Ceuta debería provocar una avalancha de protestas, la solicitud de comparecencias parlamentarias de los responsables, una investigación a fondo y la adopción de medidas urgentes. Aunque sospecho que nada de esto ocurrirá. Uno de los signos más desconcertantes de los nuevos tiempos políticos en España es esta especie de tácito acuerdo general para hacer dejación de toda responsabilidad que tenga que ver con nuestro vecino del sur.
Lo más extraño es que esta inhibición se haya asentado en un momento histórico que ha de pasar necesariamente por la redefinición de nuestras relaciones bilaterales y nuestras posiciones multilaterales. Se trata de la peor actitud posible si tenemos en cuenta los siguientes elementos: las consecuencias que tuvo el 11M para el gobierno que con mayor firmeza ha frustrado las maquinaciones y acciones expansionistas marroquíes en más de medio siglo; el oscurantismo en la investigación, acompañado de imprudentes censuras del actual gobierno a la gestión de la crisis de Perejil por parte del anterior; el hecho de que los ejecutores del 11M fueran marroquíes y su cabecilla hubiera obtenido una beca oficial española de las que precisan un buen aval de su embajada; la manga ancha (absolutamente injusta, insolidaria con Europa y rayana en la ilegalidad) de la actual política de inmigración, con la reciente renovación de 100.000 permisos de trabajo por silencio administrativo tras haber sido trasladadas las competencias sobre inmigración del ministerio del Interior al de Asuntos Sociales.