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Juan Carlos Girauta

La bavaroise

son pasos en una estrategia que une extrañamente al presidente gallego y al líder del PP catalán: la solución a la bávara

Caras jóvenes y gente de refresco para la nueva era del PP. Como Fraga. Hombre de gran cultura, desbordante vitalidad y extraordinaria capacidad de trabajo. Ocurrente y afable en privado, incluso ameno si uno está dispuesto a que le den una conferencia que no ha pedido. Porque lo que se dice hablar, sólo habla él. Lo conocí hace algunos años; exquisitas las vieiras y el bogavante, aunque me habría encantado poder terminar mi única frase en más de dos horas. Incapaz de seguir el torrente de ideas y palabras de don Manuel, mi mente volaba, traicionera, hacia un fetiche de mi larga y errada adolescencia. ¿Qué diría este hombre si supiera que tuve en la pared un fotomontaje en el que aparecía vestido de policía antidisturbios sobre la leyenda: ¿El enemigo público número uno? "José María está un poco despistado", decía él mientras tanto.
 
José María estaba sufriendo en esos momentos un atentado. Salvó la vida por una fracción de segundo, según supe al regresar al hotel, en Santiago. Su reacción valiente y su evidente autocontrol le granjearon el respeto general y una persistente fama de hombre frío e inamovible. Los años demostrarían que Fraga no había medido bien al joven que él mismo había aupado a la cúspide de su partido. ¿Acaso lo favoreció confiando en carencias que no existían?
 
Me defraudó Fraga en un punto: no podía ocultar la simpatía, la profunda admiración que sentía por Jordi Pujol. Sabe Dios las razones, por qué imitó su modelo lingüístico, por qué cada vez que ha pisado Cataluña en época de campaña ha rehuido a su partido y ha corrido a exhibir su apoyo a CiU. En las últimas autonómicas se mostró tan identificado con el lema "Vota Cataluña" que prácticamente pidió de forma expresa el voto para Mas.
 
Josep Piqué, que viene de una tradición opuesta a la de Fraga y que no guarda ningún parecido con él, manifiesta sin embargo una similar tendencia a acercarse al nacionalismo que llaman moderado. Su captación en las últimas autonómicas y generales de ex responsables de Unió, personas, dicho sea de paso, de cuya bonhomía y capacidad puedo dar fe, son pasos en una estrategia que une extrañamente al presidente gallego y al líder del PP catalán: la solución a la bávara. Naturalmente, Piqué lo presenta de momento como algo que interesa a ciertos sectores de Unió, lo cual puede coincidir perfectamente, como de hecho coincide, con sus preferencias.
 
Se supone que acercarse al nacionalismo acerca de paso a "la centralidad". Iba a refutarlo, pero confieso que no entiendo qué quiere decir "centralidad". Sospecho que nadie lo entiende, que es un concepto hueco, acaso limitadamente útil como expresión de marketing estratégico, sin contenido propio, descriptiva de una vaga percepción popular. Pero esto no es lo importante. Presentarse en Cataluña bajo otras siglas, es decir, esconder al PP porque molesta a la Cataluña oficial, mediática y, digamos, cultural, es cosa más grave. Sólo pregunto: ¿en qué plato se le va a presentar a la militancia popular catalana estabavaroise? ¿Querrá el votante comerse el postre? ¿Cómo se espera que sea la digestión?

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