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Kerry el guerrero

porque mientras que está en curso una difícil y enormemente polémica guerra, la pelea electoral gira en torno a la que concluyó hace más de un cuarto de siglo, de forma gravemente lesiva para los intereses de los Estados Unidos

Kerry fue a por lana y salió trasquilado. Apareció ante la convención demócrata de Boston saludando militarmente con la fórmula: "Se presenta el teniente Kerry, listo para el servicio". Algo que a los progres hispánicos les hubiera puesto al rojo el entero lóbulo cerebral que controla el cachondeo, pero que ha sido púdicamente pasado por alto en aras al fin superior de arrojar a Bush al basurero de la historia.
 
Cuando le tocó hacer la mili en plena guerra de Vietnam pidió prórroga y le fue denegada, pero tuvo, inicialmente, la fortuna de ser destinado a la Reserva Naval, equivalente en la Armada a la Guardia Nacional en la que sirvió Bush por las mismas fechas. Luego el azar quiso que su unidad, a diferencia de la de Bush, fuera enviada a Vietnam, donde él pasó cuatro meses, recibió algunas heridas ligeras y como alguien que cuida con esmero su carrera y no echa el más leve mérito en saco roto, se peleó burocráticamente con denuedo por obtener las correspondientes medallas.
 
A su retorno a la universidad inició su carrera política denunciando con ardor la guerra destinada a la contención del comunismo en Asia, y no por los intereses caucheros de los Estados Unidos, como nos aleccionaba entonces Triunfo, el único semanario progre de la España franquista, en ausencia del socorrido petróleo de todos los pecados imperialistas. No se trataba para el joven activista de criticar un error político o estratégico, sino de condenar una abominación moral que convertía potencialmente, o algo más, en criminales de guerra a los dos millones y medio de jóvenes americanos que participaron en aquella lucha, menos, se supone, a los 2.500 de su asociación Veteranos contra la guerra.
 
Para distanciarse todavía más de sus hazañas bélicas decidió en aquellos tiempos poner públicamente tierra por medio entre él y sus condecoraciones, aunque ahora resulta que, previsor y con gran control de sus pasiones hasta en los momentos de mayor arrebato, las que arrojó a vista de todos eran de mentirijilla y las fetén las sigue conservando.
 
Pero el mundo da muchas vueltas y ahora se enfrenta a un candidato que cuenta entre sus bazas más fuertes, a pesar del deterioro experimentado, su firmeza en la lucha contra el terrorismo y los regímenes lo apoyan. Pintan bastos y del baúl de los recuerdos han vuelto ha salir los cuatro meses de Vietnam y las tres medallas.
 
Y es curioso, porque mientras que está en curso una difícil y enormemente polémica guerra, la pelea electoral gira en torno a la que concluyó hace más de un cuarto de siglo, de forma gravemente lesiva para los intereses de los Estados Unidos y absolutamente trágica para los de millones de sudorientales asiáticos, todo ello gracias a los errores ideológicos de los Kerrys de entonces, ingenuos bien intencionado o arribistas, que nunca más volvieron a acordarse de los inmensos sufrimientos de vietnamitas y laosianos ni del holocausto camboyano, y que condenaron a una muerte inútil a 55.000 jóvenes compatriotas. No cabe duda de que ahora el pasado sirve de maniobra de distracción porque la guerra actual, en la que su país se juega tanto su posición en el mundo como su seguridad y la nuestra y los araboislámicos la posibilidad de iniciar sus primeros balbuceos democráticos, resulta demasiado problemática para la candidatura demócrata.
 
Pero maniobras aparte, lo que realmente está en juego es la personalidad de los candidatos. Y no es menos curioso que ello sea así en un país tan precisamente partido por la mitad por sus diferencias ideológicas partidistas. Cuando en su primera campaña Clinton debatió con Bush padre le reprochó que pusiera en cuestión su carácter. Luego, sus deficiencias de carácter le persiguieron a lo largo de dos mandatos dividiendo gravemente al país. Y ahora que Bush hijo resulta un vomitivo para un importante sector izquierdista de la opinión americana, los demócratas presentan a otro candidato que, por razones no idénticas, tiene todas las probabilidades de ser un Clinton 2. Curioso pero nada bueno.
 
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.

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