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Agapito Maestre

Ni socialista ni Charnego

este charnego de boquilla dice que los Presupuestos Generales del Estado tienen que negociarse al margen del Parlamento español

Montilla es ya una pesadilla. Montilla es un azote para lo poco que queda de nación española en el PSOE, o sea, de defensa de la igualdad entre los ciudadanos de una nación. Montilla no engaña a nadie. Es el último eslabón en el proceso de desnacionalización de España, que iniciara el PSOE en los años ochenta. Resulta penoso que los fines "sociales" de un partido centenario como es el PSOE, un partido de la Nación española, vengan dictados por un pequeño político al servicio de los intereses más groseros del nacionalismo ventajista y chusquero catalán. Durante mucho tiempo, demasiado para quien se dedica a la política, hubo socialistas serios y sensatos que fueron engañados por este habilidoso "comerciante" del mercado electoral catalán. Tengo amigos que ponían las manos en candela por él, porque sería el educador de los malos modos del "nacionalista" Maragall cuando éste alcanzase el poder. Pobrecillos. Ignoraban que el primer traidor de la nación española, o sea, del socialismo español era este político profesional del municipalismo.
 
Hubo un engaño de este señor aún más doloroso. Jugó con los sentimientos de quienes estaban más bajo en la escala social. Jugó con el proletario peor preparado cultura e ideológicamente de Cataluña. Jugó con los más desfavorecidos del antiguo régimen, con los emigrantes. Durante mucho tiempo, más de veinte años, este señor de mirada tan indefinida como torva engañó a cientos de miles de emigrantes andaluces, extremeños, murcianos, manchegos... para que votasen las candidaturas socialistas, porque el nacionalismo distinguía entre ciudadanos de primera, catalanes, y ciudadanos de segunda, los charnegos. "Él sólo quería un tipo de ciudadano en condiciones de igualdad", decía el muy falso, para terminar pervirtiendo al "ciudadano" residente en Cataluña en un nacionalista de segunda.
 
Valiéndose de esas trapacerías, entre un "nacionalismo" segundón y un socialismo tristón del XIX, este hijo de la emigración ha llegado a ministro de España para dinamitar, desde tan privilegiada posición, cualquier idea de igualdad entre ciudadanos españoles. Una cosa hemos ganado y es que ya nadie puede llamarse a engaño con sus peligrosos juegos. Todas las declaraciones, aprobación de medidas, e incluso presentación y aprobación de proyectos de Ley desde su ministerio tiende a eliminar el viejo tópico sobre el poder de este hombre para limitar al nacionalismo. Ha demostrado con creces que no sólo era una falsedad su capacidad para eliminar las desigualdades que crea el nacionalismo, sino que ha sido uno de su principales impulsores. Por lo tanto, la clientela socialista que siga engañándose con Montilla es peor que ingenua, estúpida.

Las dos últimas hazañas del charnego Montilla, curioso ejemplar del nacionalismo de probeta catalán, son para salir corriendo. Primero, propone, y gana frente a Solbes, unos horarios de apertura comercial a la carta de los intereses nacionalistas catalanes, que dejan insatisfechos a consumidores, patronal y pequeño comercio. Y, segundo y más horrible, este charnego de boquilla dice que los Presupuestos Generales del Estado tienen que negociarse al margen del Parlamento español: primero, se negocia con el Ejecutivo catalán y después, y si ha lugar, se discuten con los grupos parlamentarios que apoyan, ojo, no al PSOE sino al PSC en Cataluña. ¡Parece que la "democracia" parlamentaria para este nacionalista disfrazado de socialista es una cosa para los días de fiesta!

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