A Camacho le toca un pie que Ronaldo se case con la Cicarelli mientras el delantero brasileño meta goles para el Real Madrid. Es lo que tiene ser un entrenador del pueblo y para el pueblo. Camacho no tiene tiempo que perder porque ya sabe que Queiroz ganaría "la Liga por lo menos" si hubiera tenido la plantilla que él tiene en la actualidad, de ahí que no se pare en lo que él denomina como "fases de la vida". Como Brasil lo ha ganado todo en el pasado y lo seguirá ganando todo en el futuro, su seleccionador sí puede parar un entrenamiento para acercarse a la bella triatleta y agradecerle que haya dejado así de finito al "gordito intermitente". Pero Camacho está para pocas bodas, ni aunque le invitaran como padrino. A él le sigue pareciendo que la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos, y por eso acabo de verle diciendo en una televisión que el club contrató a Ronaldo fundamentalmente para hacer goles, ni más ni menos que para eso.
¡Ah, el amor!... Habrá que reconocer que sí es verdad que éste Ronaldo de ahora parece medio Ronaldo, o por lo menos parece tres cuartos de aquel otro Ronaldo que se paseaba con cierta fatiga por el estadio Santiago Bernabéu cuando coincidía que el Real Madrid jugaba en la capital de España. ¡Ah, el amor!... Existe una extensa literatura a propósito del amor y el fútbol. Por ejemplo, para Richard Möller Nielsen, ex seleccionador nacional de Dinamarca, el amor era muy bueno para los futbolistas "siempre que no se haga en el descanso de los partidos". Petit, ex jugador del Barcelona, solía decir que "las mujeres son lo único que importa en esta vida. Todo lo que hacemos es por ellas. Buscamos riqueza, poder y gloria para hacerlas felices"; pero Les Ferdinan le daba la vuelta a la tortilla y decía: "¿Por qué me gusta el fútbol? Bueno, las mujeres están ahí siempre, pero la Copa del Mundo es cada cuatro años".