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Ignacio Villa

Un proyecto para la nada

Se ha creído tanto el señor Zapatero su papel del talante que se ha pasado de frenada

Setenta y cinco minutos de entrevista entre Zapatero y Rajoy que han servido para dejar algo muy claro; ZP no sabe lo que quiere. El presidente del Gobierno, preso de sus propias hipotecas, ha abierto el debate sobre el modelo de Estado. Una decisión con la que se corre un evidente riesgo. Pero es que el riesgo es todavía mayor cuando se pone en marcha un debate nacional sobre el propio funcionamiento del Estado, sin saber donde se quiere llegar. Zapatero ha puesto encima de la mesa, a bombo y platillo, una revisión de los cimientos de España, sin saber en que consiste esa revisión. Y eso es un peligro para todos.
 
El Jefe del Ejecutivo está siendo víctima de su propia y miserable estrategia. Parece que hasta que él no ha aparecido en la primera fila de la política, aquí nadie había actuado de forma civilizada. Y eso nada tiene que ver con la realidad. Se ha creído tanto el señor Zapatero su papel del talante que se ha pasado de frenada. No termina de aceptar que había vida política en España antes de su llegada al Palacio de la Moncloa. La estrategia de Zapatero se deshace como un azucarillo por falta de consistencia y de proyecto. Y por ello ha sido incapaz de explicar qué quiere para los españoles, en qué consiste su apuesta por la reforma constitucional y cuál es su modelo territorial.
 
Es desde luego preocupante que Mariano Rajoy haya pasado por Moncloa sin que le haya quedado nada en limpio. Pero es mucho peor que en los próximos días Zapatero vaya a recibir a los dos líderes del nacionalismo –vasco y catalán– con el mismo rasero con que ha sido recibido el secretario general del PP. Estarán conmigo que Zapatero, que necesita del PP todo el apoyo para poder afrontar cualquier reforma, no puede dar el mismo trato a Rajoy que a Imaz y a Carod Rovira. Estos políticos del PNV y del independentismo catalán buscan dinamitar España y no tienen vergüenza por sentarse a pactar con el terrorismo y su entorno. Y desde luego no es de recibo que el presidente del Gobierno se encuentre visiblemente distendido con quienes tienen objetivos claros contra el Estado, mientras muestra frialdad y distanciamiento con quien deberá contar para fortalecer la cohesión de España. Zapatero ha tocado fondo. Y el descalabro está asegurado.

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