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EDITORIAL

La sonrisa de ZP y el caos del PSOE

"No deberíamos acostumbrarnos ni dejar de señalar estas contradicciones en el propio seno del partido gobernante, pues son de una anormalidad extrema"

Por mucho que Zapatero mantenga impertérrita su sonrisa, la triste realidad es que las explosivas declaraciones de Rodríguez Ibarra —duras pero llenas de sentido común— contra sus compañeros de partido, Manuel Chaves y Pascual Maragall, dejan en evidencia, una vez más, el caos programático que reina en el partido del Gobierno en un asunto tan radical como es el modelo de Estado.
 
Mientras el ministro de Industria y secretario general del PSC, José Montilla ha manifestado su desprecio por las “gracietas” del presidente extremeño, el notable del PSOE y alcalde de La Coruña ha salido, por el contrario, en defensa de su compañero de partido y ha dicho respaldar su compromiso con la igualdad y la solidaridad entre todas las autonomías de España. Maragall ha guardado silencio, mientras Chaves ha parecido más preocupado por la dignidad del flamenco que por refutar las duras acusaciones que, sin nombrarlo, Ibarra ha lanzado contra él.
 
Poco ha tardado, pues, el PSOE en confirmar —una vez más— el diagnostico que ayer mismo hacíamos a propósito de la entrevista mantenida entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición. A saber, que por mucho que ZP haga bandera del consenso, “lo cierto es que es en el propio partido socialista donde no hay un consenso sobre esas reformas estatutarias y constitucionales que se quieren llevar a cabo”. Difícilmente podrá coordinar un acuerdo entre distintas formaciones políticas, quien es incapaz de hacerlo en su propio partido. Quien no quiere negarse a nada, difícilmente puede afirmarse en algo, y esa es la raiz de la indefinición que caracteriza a ZP.
 
Aunque vienen de lejos, no deberíamos acostumbrarnos ni dejar de señalar estas contradicciones en el propio seno del partido gobernante, pues son de una anormalidad extrema. En un asunto tan básico y fundamental como el modelo de Estado y el concepto de nación, lo normal debería ser que reinara un consenso que integrara, no ya los miembros de un mismo partido, sino a todas las formaciones políticas, como así ocurre en todos los países de nuestro entorno.
 
Por mucho que la vicepresidenta del Gobierno, Maria Teresa Fernandez de la Vega instara a Rajoy “a no marginarse del consenso en el que participa el resto de las otras formaciones políticas”, lo cierto es que ni su partido ha logrado un consenso con los demás, ni —lo que es peor—consigo mismo, acerca de lo que quiere hacer con España. Lo único que les une es el frente anti-PP, y a eso sacrifican hasta la estabilidad constitucional. Pedir a Rajoy que se sume a eso parece tan excesivo como le pueda parecer a Ibarra.
 
Fernández de la Vega sabe mejor que nadie que los socialistas no tienen un proyecto sólido y coherente, pues ella misma también protagonizó, hace escasos meses, una reprobación a Maragall cuando este se mostró favorable, “no en la forma pero sí en el fondo”, al Plan Ibarretxe.
 
Las divergencias internas entorno a la política comercial, al futuro de la televisión pública, al equilibrio presupuestario o en tantos otros asuntos en los que también se ha hecho patente la descoordinación socialista, palidecen ante desencuentros tan graves y en asuntos de tanto calado como el que hoy nos ocupa. Ante semejante panorama Zapatero podrá mantener fija la sonrisa. Pero con tan poca credibilidad como la de Joker...

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