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Engañosas expectativas

No es que Zapatero coja el rábano por las hojas y cofunda el por qué del terrorismo islámico que nos amenaza y que nada tiene que ver con el subdesarrollo y la incultura

El presidente de gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero ha declarado a los medios desde Túnez que sería mejor para Irak que se retiraran todas las tropas de la coalición y que eso crearía expectativas más favorables. Supongamos que así obraran los países todavía comprometidos militarmente con el Irak post-Sadam, ¿cuáles podrían ser esas expectativas mejores? En primer lugar, un recrudecimiento de la violencia de los todavía fieles a la dictadura de Sadam. La salida de los americanos sería interpretada por ellos como una victoria y como la posibilidad de volver a hacerse con el poder. Pero para ello tendrían que imponerse por la fuerza, lo que acarrearía más violencia, destrucción y muerte. Sencillamente, con el grado de preparación y con la escasez numérica de las fuerzas iraquíes, la guerrilla, entrenada y preparada para lo que están haciendo, tendría todas las ventajas.
 
En segundo lugar, con la violencia recrudeciendo en el triángulo sunní, los shiís radicales querrían lograr su autogobierno cuanto antes, a fin de no quedar sometidos de nuevo a la barbarie de los seguidores de Sadam y que tantos sufrimientos les han causado. La limpieza étnica en algunas zonas y la radicalización islámica irán de la mano. Más violencia, no menor, por tanto.
 
Por último, ante un panorama de disgregación, los kurdos acelerarían su caminos hacia la independencia. Aunque eso no supusiera un baño de sangre en Irak, habida cuenta que su autonomía es tan amplia que es hoy prácticamente una región cuasi-independiente, la formalización de ese estado llamaría a una guerra civil en Turquía, donde millones de kurdos ansían el reconocimiento de su nacionalidad a través de un único estado Kurdo. E igual pasaría con los kurdos de Irán. La salida de las tropas, por tanto, incendiarían no sólo el suelo de Irak sino con toda probabilidad a sus vecinos.
 
Por otra parte está la lectura que sacarían los terroristas islámicos que hoy luchan por su causa, la yihad, en Irak. Habrían vencido a los Estados Unidos, un tigre de papel, en palabras del propio Bin Laden. Nada se interpondría ya antes sus ambiciones, comenzando por la revolución islámica en Arabia Saudí. Y con la región en llamas, el precio del crudo sí que se convertiría en un problema. Y todo gracias no a la guerra de Aznar, como los ecónomos del PSOE han intentado explicar sin ningún éxito este verano, sino a la política de cobardía de Rodríguez Zapatero.
 
Y hay más. El dirigente socialista ha dicho que el terrorismo, la pobreza y la incultura –como si éstas fueran las raíces del primero- se combaten con tres cosas: el fortalecimiento de la ONU; el respeto a la legalidad internacional y más justicia social (esto es, más ayuda al desarrollo). No es que Zapatero coja el rábano por las hojas y cofunda el por qué del terrorismo islámico que nos amenaza y que nada tiene que ver con el subdesarrollo y la incultura, sino con una forma de entender la vida tiránica, intolerante y opresora y que se revela como Islam militante, sino que no explica cómo un organismo tan inútil como corrupto (¿quién no recuerda que la comisión de derechos humanos la presidió el año pasado Libia, y que la de desarme estuvo a punto de recaer en Saddam Husein?). Muy sencillito: ¿debemos los españoles poner nuestros ojos en las capacidades de la ONU para librarnos de un nuevo 11-M o debe ser eso responsabilidad del gobierno español?, ¿quién debe patrullar nuestras estaciones de cercanías, los soldados y policías españoles o los funcionarios y cascos azules de las Naciones Unidas?
 
Zapatero lo ha dicho bien claro: "hay respuestas al terrorismo que reducen la violencia y otras que la multiplican, y estas últimas no sirven". Sólo que no es consciente de que sus recetas para Irak y para luchar contra Al-Qaeda pertenecen a las segundas. A las ineficaces y, aún peor, a las que nos prometen más destrucción y muerte. La nuestra y en nuestro suelo.
 
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.

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