Pocas horas después de que Carlos Alonso Zaldívar –nuevo embajador de Madrid en La Habana–presentara sus cartas credenciales a Juan Almeida Bosque, vicepresidente del Consejo de Estado castrista, el diario Granma acusó a José María Aznar de acompañarse de "conocidos personajes con expedientes terroristas", someterse a las órdenes de Bush y atacar injustamente a la invicta robolución cubana.
Si el señor Zaldívar tuviera intención de representar en Cuba a todos los españoles y no sólo a quien le nombró, ya tendría que haber protestado por las gravísimas acusaciones que contra un ex presidente español se han hecho desde el Órgano Oficial del único partido político que existe en la Isla de las doscientas cárceles y de los cien mil presos. Más, cuando el que calumnia es un periodista español. ¿Qué espera el ministro del Interior para preguntarle a Patricio Montesinos quiénes son los "conocidos personajes con expedientes terroristas" que, según él, acompañaron a José María Aznar en el acto que el pasado miércoles se celebró en la FAES para recordar a los disidentes cubanos encarcelados por la tiranía?
A Aznar le han llamado de todo –tiene el honor de ser el español que más odian los verdugos de tres generaciones de cubanos- pero jamás, salvo en esta ocasión, le habían acusado de acompañarse de terroristas. Una cosa es críticar las decisiones de un gobernante, y otra muy distinta es acusar de terroristas a personas que presidieron un acto público en Madrid. Montesinos tendría que responder de sus acusaciones, y si no puede probar lo que dice, ser procesado por los tribunales españoles.
La todavía embajadora de Castro en Madrid también tendría que decirnos algo al respecto. En España es delito no denunciar a los terroristas. O Isabelita Allende desmiente al Granma, o ya se demora en acudir a un juzgado y denunciar a los terroristas que, a juicio del gobierno que ella representa, se sentaron junto a Aznar el miércoles. A esta gente, y a sus acusaciones, no queda más remedio que tomarlas en serio si no queremos que cientos de miles de jóvenes vuelvan a creer en sus calumnias gracias al nuevo talante que nos rodea.
Si bien es cierto que José María Aznar despreció siempre los insultos de Castro, jamás justificó sus crímenes ni dejó de recordárselos. Sin embargo, hoy, cuando el gobierno socialista insiste en dialogar con los verdugos, Moratinos tendría que citar en su despacho a la embajadora del coma-andante en Madrid y exigirle que su gobierno deje de calumniar al presidente de un partido al que votan casi diez millones de españoles. Por ahí tendrían que comenzar las conversaciones que tanto buscan.
¿O acaso al ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de Zapatero le complace que en el panfleto de la tiranía se acuse a un ex presidente español de acompañarse de terroristas? En España se supone que se persigue a los terroristas y a los que sin poder probarlo acusan a personas decentes de serlo. ¿O no señor Alonso? ¿Va a usted a permitir que Patricio Montesinos le deje en evidencia? O prueba lo que ha dicho, o estas horas ya tendría que haber declarado por sus calumnias en una comisaría de Madrid.