Menú
EDITORIAL

Un congreso naranja

"Al mismo tiempo, no terminamos de ver exorcizado eso que, con acierto, Acebes ha llamado “minimalismo ideológico”

Es bastante difícil hacer una valoración general de un Congreso que, como el que ha celebrado el Partido Popular este fin de semana, ha venido marcado por intervenciones susceptibles de una valoración tan diferente como las que han llevado a cabo sus protagonistas. Habrá, sin duda, que dar tiempo al tiempo para ver qué frutos deja, pero eso no es óbice para destacar ya que hay que bajar más de lo deseable el denominador común para encontrar un todo coherente en las diferentes intervenciones que han llevado a cabo Gallardón, Zaplana, Aguirre, Acebes, Rato, Arenas, Piqué y, finalmente, las de Aznar y Rajoy.
 
No se trata de aspirar a una visión monolítica del partido —menos aún de las personas que integran su dirección—, ni tampoco de exagerar unas diferencias que no son tales comparadas con las enormes disonancias que se dan en el seno del Partido Socialista. Sin embargo, sí que cabría esperar mayor concordancia y sintonía en los mensajes sobre lo que va a ser la labor de oposición, definición ideológica y oferta programática del Partido Popular. De Acebes y de un gratamente sorprendente Zaplana, podemos esperar que la defensa desacomplejada del anterior gobierno del PP y la contundente y merecida crítica al ejecutivo de ZP, no vayan a quedar relegadas a la presidencia de honor del partido. Sin embargo, al mismo tiempo, no terminamos de ver exorcizado eso que, con acierto, Acebes ha llamado “minimalismo ideológico”, oídas las reflexiones de Gallardón, Piqué —incluso las de Rato—, o vista la designación de Elorriaga como nuevo secretario de comunicación del partido.
 
En cuanto a la intervención de Rajoy, francamente, no termina de dejarnos claro si piensa subir los peldaños en los que Aznar ha situado al partido o si elegirá bajar algunos como resultado de lo que Gallardón piensa —en el fondo, sin incluirse— de “ese algo que hemos hecho mal”. Y el caso es que Rajoy ha reconocido muy oportunamente que “la gente, los ciudadanos, nos piden certidumbres, saber a qué atenerse, claridad en nuestras ideas y que seamos capaces de escuchar, pero no nos piden genialidades, o que seamos lo que no somos y que demos volteretas de titiriteros”. El problema ha estado a la hora concretar esas señas, características y propias, del PP, a las que Rajoy se ha referido más como a una gestión que como a unas ideas: “la lucha eficaz contra el terrorismo, la defensa de una España diversa y plural pero unida y solidaria, por crear empleo, por facilitar el bienestar para todos, por la transparencia en la gestión del dinero público y las cuentas”.
 
Para bien o para mal, los ciudadanos no valoran la gestión de un Gobierno con el desideologizado criterio con los que unos accionistas puedan juzgar la labor de un Consejo de administración. Los ciudadanos muy a menudo votan contra sus propios intereses, sin que por este hecho, evidentemente, nadie deba decidir por ellos. Pero el caso es que así ocurre, como ilustra el largo tiempo que muchos gobiernos han sobrevivido a sus malas gestiones, o lo rápido que otros han sido desbancados a pesar de su buena gestión. Hay que recordar sin duda, los buenos resultados prácticos que obtuvo el PP, pero no con la visión de un tecnócrata, sino vinculándolos a unas ideas políticas que claramente no abandera ningún otro partido.
 
En este sentido, francamente, no se sabe cual es ahora el alineamiento del PP en un asunto tan crucial para Occidente como es el problema del terrorismo islámico, que tiene en Irak unos de sus más decisivos campos de batalla. ¿De verdad se cree alguien en el PP que esto es un asunto que ya no va a marcar el futuro?
 
En cuanto a la defensa de esa “España diversa y plural pero unida y solidaria”, ¿va el PP a seguir manteniendo su negativa a considerar una nación a cualquiera de las comunidades que la integran? ¿O es que acaso “integrar” esto es ahora compatible con el “patriotismo constitucional”? ¿Va a seguir defendiendo el PP —que también es el de Piqué— un mismo nivel competencial para todas las autonomías? Francamente, las intervenciones de Piqué y Arenas no nos han dado, precisamente, “certidumbres” al respecto.
 
En cuanto a las ideas económicas ¿la pauta va a ser la reclusión del liberalismo “a las condiciones donde exista la necesaria igualdad”, como postuló Gallardón? ¿Se va a defender ahora la “discriminación positiva”? ¿Se va a defender como socialmente valioso el paro estructural al que aboca la falta de competitividad y liberalización en Europa? Se dirá que son cosas de Gallardón, pero no deja de ser decepcionante que el designado por Rajoy nada menos que para abrir el Congreso Popular haya hecho una intervención que con tanto merito podría haber encontrado eco en esa la lúcida sección de la “tontería económica de la semana” que los lectores pueden encontrar en nuestro diario.
 
Pero, en fin, demos tiempo para que se ponga en práctica lo bueno y sugerente que se ha oído este fin de semana en el Congreso. Y que algunos empiecen por corregir lo propio de lo que se haya podido hacer mal.
 

En España

    0
    comentarios