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Juan Carlos Girauta

Carta a Simona Torreta

Felicidades de nuevo por haber salvado la vida y por ser una ciudadana del mundo libre, condición que los iraquíes, a quien usted se dedica con entrega, también merecen.

Distinguida señora:
 
Quiero felicitarla por su liberación y expresarle mi reconocimiento por la generosidad con que ha venido trabajando con niños y enfermos en Irak. Su secuestro y el de su compañera nos llenó de angustia, y nos alegró enormemente que pudieran esquivar lo que, a la vista de los asesinatos de varios rehenes durante esos mismos días, parecía un destino ineluctable.
 
Es el caso que, sin desearlo, se han convertido en centro de atención de la opinión pública mundial, lo que significa que sus declaraciones tienen una gran trascendencia política. Casi al pie del avión que las acababa de devolver a su patria, se refirió usted al respeto con que habían sido tratadas por los individuos que las habían asaltado a punta de metralleta, las habían maniatado y vendado boca y ojos para tenerlas cinco horas metidas en el maletero de un coche sin ofrecerles agua, les habían colocado un cuchillo en el cuello e interrogado entre amenazas de muerte, las habían encerrado veintiún días en una celda y, por fin, las habían soltado tras recibir con toda seguridad un rescate cuyo importe servirá para que esos seres respetuosos sigan secuestrando, colocando bombas que matan a la población civil (casi cuarenta niños la semana pasada), y difundiendo sus decapitaciones.
 
Y lo entiendo. Entiendo que en situaciones extremas los seres humanos pueden ser violentados hasta el fondo de su conciencia y manifestar ciertas formas de adhesión a quienes han violado su libertad y les han enseñado el rostro de la muerte. Pero los días han transcurrido y, más en frío, declara usted con convicción que sus secuestradores son "un grupo religioso vinculado al movimiento de la resistencia", que "luchan contra la ocupación de Estados Unidos" y que se convencieron de que ustedes no eran sus enemigas. Me sorprende su insistencia en este punto, que sugiere que más allá del conocido síndrome, hay que interpretar sus palabras textualmente. De acuerdo, esa gente repugnante y ustedes no son enemigos. Sus enemigos son otros: el gobierno que consiguió liberarlas, por mantener tropas en Irak; los Estados Unidos, que derrocó a un genocida; el gobierno de Alaui, a quien llama "pelele en manos de los norteamericanos". "No serán elecciones legítimas", advierte, las que se celebrarán en enero. ¿Qué elecciones han sido en Irak más legítimas que estas? ¿Por qué no encuentro en sus palabras una condena al genocida iraquí que asesinó a centenares de miles de personas?
 
Los que cobraron el millón de dólares a cambio de sus vidas, obteniendo de propina toda esta propaganda para su causa, no eran terroristas sino un grupo religioso, ¿no? Otro tocayo suyo, Simón Mago, quiso pagar a los apóstoles para obtener el favor del Espíritu Santo. Desde entonces la compraventa de cosas espirituales se conoce como simonía. Simonía con la que estos apóstoles del degüello van a hacer milagros, señora.
 
Felicidades de nuevo por haber salvado la vida y por ser una ciudadana del mundo libre, condición que los iraquíes, a quien usted se dedica con entrega, también merecen.

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