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Juan Manuel Rodríguez

Esto no es el ajedrez

El "código de silencio" suelen llevarlo a rajatabla los jugadores profesionales de fútbol. Cuando termina el partido, termina. Punto. Se acabó. No más cháchara

Carlos Gurpegui filtró el lunes a la prensa que Iván Amaya le había llamado drogadicto en el transcurso del partido que enfrentó a Getafe y Athletic Club de Bilbao. Más tarde, Gurpegui "citaría" a Amaya para el partido de vuelta en el estadio de San Mamés. Lo que yo no sabía -y advierto de antemano que igual se trata de una intoxicación interesada de la otra parte- es que Gurpegui había llamado previamente gitano a Amaya. Desconozco quién miente, o si ninguno de los dos dice realmente toda la verdad sobre lo acaecido en el terreno de juego, pero lo que sí sé es que quien ha roto el "código de silencio" ha sido el futbolista del equipo bilbaíno. Y eso suelen llevarlo a rajatabla los jugadores profesionales de fútbol. Cuando termina el partido, termina. Punto. Se acabó. No más cháchara.
 
El fallecido Miguel Muñoz, uno de los mejores jugadores españoles de todos los tiempos y acaso el último seleccionador nacional de fútbol de éxito contrastado, solía mostrar su extrañeza porque los jugadores de baloncesto reconocieran públicamente que habían cometido una falta personal: "¿Es que son idiotas? Les pitan falta y levantan la mano... Sí, sí, he sido yo, he sido yo, anótemela a mí... Pero, ¿será posible?"... De todos es sabido que Míchel trataba de picar a Pizo Gómez gritándole aquello de "¡Pizo, eres mi ídolo!"; y también que Hugo Sánchez quería poner nervioso al portero marroquí del Mallorca Ezaki Badu diciéndole eso de "¡saca morito, saca morito!". Ninguno se quejó por aquello, y si se supo fue por terceros que lo contaron como un hecho anécdotico y habitual en un campo de fútbol.
 
En el fútbol suelen producirse pocas quejas. En el fútbol inglés no se produce ninguna. Darren Dazely, defensa del Watford, reconoció a la conclusión de un partido que había ido a cazar a David Ginola porque el francés -un jugador realmente extraordinario, si recuerdan- se le marchaba siempre que quería: "Lo golpeé todo lo que pude porque no encontraba la forma de pararlo. Me expulsaron tan pronto que tuve tiempo de comerme dos perritos calientes. Y, para empeorar las cosas, fue muy educado conmigo al final del partido". También cuentan que el sevillista Biri-Biri le imploró a Gregorio Benito lo siguiente: "Por favor, no me pegue más, señor Benito". Y es que, como alguien dijo no hace demasiado tiempo, "esto no es el ajedrez". Ni Benito es Anatoli Karpov precisamente.

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