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Mentiras contra la guerra

Uno de los resultados más novedosos reside en la gran cantidad de pruebas que aporta el informe sobre el fraude de 11.000 millones de dólares realizado con el programa Petróleo por Alimentos

El informe del Irak Survey Group presentado recientemente por su director Charles Duelfer con el título de “Informe Global del Asesor Especial del Director Central de Inteligencia sobre las Armas de Destrucción Masiva de Irak”, con una extensión de 1500 páginas, es el fruto de un ingente trabajo durante más de un año, por parte de un equipo de 1200 profesionales.
 
Ha hecho avanzar nuestro conocimiento, ha añadido matices y detalles importantes a lo que se creía saber y ha llegado a conclusiones que pueden considerarse como seguras, aunque no ha sido capaz de responder a todas las preguntas que 17 resoluciones de Consejo de Seguridad de Naciones Unidas habían formulado al régimen de Sadam, y cuya dilucidación habían encomendado a dos comisiones especiales de inspectores de Naciones Unidas entre 1991 y 2003.
 
Que las armas prohibidas, que fueron una de las razones más importantes que condujeron a la guerra y la exhibida con mayor insistencia, no habían aparecido, era de sobra sabido. El qué había pasado con ellas sólo ahora lo sabemos y no en todos sus aspectos. Los programas nucleares fueron paralizados por Sadam en el 91, y lo relacionado con ellos destruido por los inspectores. Lo mismo sucedió con lo químico y lo biológico a partir del 96. Las inspecciones siguieron hasta finales del 98, cuando Sadam las bloqueó de manera absoluta, y se reanudaron a fines del 2002 hasta comienzos de Marzo del 2003, en vísperas de la guerra.
 
Los inspectores, por tanto, estuvieron tan confundidos como los servicios de inteligencia más sofisticados del mundo y sus respectivos gobiernos, y buscaron durante años lo que ya no existía. Pero ni los de la ONU contra Sadam ni los americanos en el post-Sadam han sido capaces de responder todas las preguntas: qué pasó exactamente con las toneladas de materiales prohibidos que habían sido identificados a través del control de las importaciones y por otros métodos, pero que nunca llegaron a ser localizados.
 
El informe ha ratificado con abundancia de pruebas e indicios que Sadam trató siempre de preservar la base científica, tecnológica e industrial con la intención manifiesta de reanudar los programas armamentísticos en cuanto le hubieran sido levantadas las sanciones y que en todo caso, como ya se sabía, siguió hasta el último momento con programas misilísticos, buscando siempre lograr un mayor alcance y violando las restricciones impuestas por la comunidad internacional.
 
Uno de los resultados más novedosos reside en la gran cantidad de pruebas que aporta el informe sobre el fraude de 11.000 millones de dólares realizado con el programa Petróleo por Alimentos, llevado a cabo entre el régimen baasista, algunos elementos de la ONU que lo gestionaban e individuos de países con derecho de veto en el Consejo de Seguridad, comprando voluntades con vistas a la sistemática violación de las sanciones y a su levantamiento definitivo, que como ya hemos visto, conduciría a la reanudación de los programas de armamento.
 
El informe ha desvelado también, aunque cabe dudar que de manera completa, por qué y cómo Sadam engañó al mundo y a sus propios colaboradores civiles y militares, haciendo creer a todos que seguía poseyendo y desarrollando las armas más letales que existen. Pero los que añoran el orden de Sadam o anhelan que los cortadores de cabezas de Zarqawi señoreen en Bagdad, acabando con el deplorable caos iraquí, repartiendo felicidad entre kurdos y chiíes, que si no los aman es sólo porque todavía no los conocen bien, esos no hacen más que preguntar incansablemente por las armas, pregunta que ha de suponer el desnudamiento masivo de los que creen que derrocar a Sadam fue un imperativo moral y estratégico, pero en realidad sólo consiguen dar prueba de mala fe, mala voluntad y mala inteligencia.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

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