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Porfirio Cristaldo Ayala

El milagro de la biotecnología

Lo que los gobiernos deben hacer para combatir el hambre es liberar los transgénicos y difundir las nuevas técnicas de la biotecnología

En los últimos años Paraguay se hundió en la miseria. El hambre y la desnutrición de miles de niños significa que sus cerebros se dañarán de por vida. El clima tropical, la baja producción de tierras gastadas por siglos de cultivos, las plagas y las políticas erróneas son las causas. Pocos países podrían aprovechar más la biotecnología para elevar la productividad, mejorar el ingreso de los campesinos y acabar el hambre. Pero los estatistas se oponen a liberalizar la agricultura.
 
Paraguay es el cuarto productor mundial de soja. No obstante, el 80% de su producción es ilegal debido a que es soja transgénica o genéticamente modificada (GM). Y los cultivos GM están prohibidos. Los políticos, ecologistas, religiosos y dirigentes campesinos rechazan la biotecnología, los cultivos GM, la agricultura mecanizada, los agroquímicos y todo lo que significa avance tecnológico y progreso. Ahora intentan frenar la producción de la soja, principal rubro de exportación, aplicándole un impuesto a la exportación.
 
¿Cuánto alimento se dejó de producir con la prohibición de los transgénicos? ¿Cuánta soja se dejará de cultivar con el nuevo impuesto? ¿Cuántos niños más sufrirán hambre?
 
La biotecnología y los transgénicos que tanto aborrece la izquierda no sólo producen alimentos seguros, consumidos desde hace años en países ricos, sino que son el arma más poderosa para proteger el medio ambiente. En Estados Unidos casi todos los cultivos importantes son genéticamente modificados y se encuentran en el 70% de los alimentos. En realidad, el mundo como existe hoy no hubiera sido posible sin los logros de la biotecnología, responsable de la Revolución Verde en la década de los años 60.
 
Norman Borlaug, padre de la Revolución Verde, creó variedades de trigo, arroz y maíz mejorados e incorporó el uso eficiente de maquinarias, fertilizantes, insecticidas, herbicidas y otros agroquímicos que lograron triplicar la producción, evitando terribles hambrunas en India y Pakistán y la muerte de millones de personas. Nadie, nunca, salvó tantas vidas como Borlaug, que en 1970 recibió el Premio Nobel de la Paz.
 
Para Borlaug, todo el alimento que hoy necesita el mundo no podría producirse sin la biotecnología y los transgénicos, que rechaza la izquierda. Borlaug explica que sin los nuevos agroquímicos cientos de millones morirían de hambre. Los "métodos orgánicos" de los ecologistas son una utopía. Todo el abono orgánico del planeta no podría alimentar a más de dos terceras partes de la humanidad y su uso masivo originaría un desastre ecológico. Los cultivos GM por su alta productividad utilizan menos tierras y reducen la tala de bosques, y la siembra directa evita la erosión y contaminación de los ríos.
 
La biotecnología es la única solución para la pobreza rural: baja los costes, aumenta la producción por hectárea, reduce el uso de agroquímicos y permite el cultivo en tierras áridas, salitrosas, marginales. El algodón en los Estados Unidos es genéticamente modificado en un 80%. Los cultivos GM también favorecen a los pobres porque los herbicidas que pueden aplicarse manualmente reemplazan a costosos tractores y arados. La prohibición de los GM condena a los pobres a los bueyes y el arado.
 
El rechazo a los GM es una cuestión ideológica basada en el "socialismo agrario", una visión utópica cargada de romanticismo y nostalgia por el pasado que trata de arraigar a la población rural en el campo apoyándose en la agricultura tradicional. Olvidan que ese sistema, por su baja productividad, los sumirá irremediablemente en la pobreza.
 
Por fortuna, Paraguay ha desarrollado una próspera agricultura empresarial con tecnología de punta. Los empresarios no esperaron autorización para el uso de la soja GM, lo que habría aumentado el atraso del país, sino que avanzaron a la vanguardia de las nuevas prácticas de siembra directa y alta productividad. Estas tecnologías pueden servir para reducir la desnutrición y la pobreza extendiendo los cultivos GM y sus enormes beneficios a los pequeños agricultores.
 
Lo que los gobiernos deben hacer para combatir el hambre es liberar los transgénicos y difundir las nuevas técnicas de la biotecnología.
 
© AIPE
 
Porfirio Cristaldo Ayala, Corresponsal de AIPE y presidente del Foro Libertario.

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