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Martín Krause

Comercio libre y agricultura

En términos porcentuales los más perjudicados serían los de Japón (30%) y los de Europa (24%), lo cual explica en parte la resistencia a abandonar el proteccionismo

La última ronda de negociaciones comerciales de la Organización Mundial del Comercio (OMC) resulta de particular importancia porque por primera vez está en consideración la reducción de las barreras al comercio agrícola.
 
Un avance hacia el libre comercio en agricultura provocaría importantes cambios, tanto en los países ricos como pobres pero, ¿de qué magnitud? Esa es la tarea que se han impuesto realizar Dominique van der Mensbrugghe y John C. Beghin del Center for Agricultural and Rural Development de la Universidad del Estado de Iowa.
 
Para ello elaboraron un modelo de la economía mundial y una proyección de sus indicadores claves con base en el año 1997 hasta el año 2015. Según esto, desde al año 2000 al 2015 la demanda y la producción de alimentos crecerán en promedio anual entre 1% y 1,2% en los países industriales y entre 2,9% y 3,4% en los países pobres. Este aumento daría como resultado que los países industriales incrementarán sus excedentes exportables, pasando de un déficit agregado de 17 mil millones de dólares a un superávit de 50 mil millones de dólares.
 
Lo opuesto sucedería en los países en desarrollo, donde un saldo positivo se convertiría en un déficit de 50 mil millones de dólares. El principal actor de este cambio es China, donde un déficit en alimentos de 8 mil millones de dólares en 1997 crecería a 120 mil millones en 2015: se espera que la demanda supere a la producción en un punto porcentual por año. Todo esto si nada cambiara.
 
¿Qué sucedería si se eliminaran todas las barreras al comercio? Esto es, aranceles de importación, subsidios a las exportaciones, al capital, a la tierra, a los insumos y a la producción. Según los autores, las ganancias en términos de ingresos reales a nivel mundial serían nada menos que de 385 mil millones de dólares, los que se repartirían en 188 mil millones de dólares para los países ricos y 197 mil millones para los países pobres. Una gran parte de esas ganancias provendrían de la reducción de aranceles.
 
¿Y qué sucedería si se removieran todas las barreras al comercio agrícola? Las ganancias globales alcanzarían entonces 265 mil millones de dólares, casi un 70% de las ganancias de la liberalización general antes mencionada. Esto es importante, teniendo en cuenta que la agricultura representa menos del 2% de las economías de los países industriales, 10,5% de los países en desarrollo y 19% de los países pobres.
 
El comercio mundial en productos agrícolas y alimentos crecería 74% para el año 2015, las exportaciones de los países en desarrollo aumentarían unos 300 mil millones de dólares, o un 115%, y las de los países industriales en estos rubros en 220 mil millones, un 50%.
 
Según los autores, algunos países mejorarían su balanza comercial si sólo se abrieran los países industriales y no todos; pero para Brasil, Argentina y el este de Asia su resultado sería considerablemente mejor con una reforma general.
 
La reforma del comercio agrícola prácticamente no alteraría los ingresos del sector agrícola a nivel mundial, pero habría grandes ganancias regionales, particularmente en América, Australia y Nueva Zelanda, recibiendo América Latina un 40% de esas mejoras totales. No obstante, serían los agricultores de Australia, Canadá y Nueva Zelanda los que más aumentarían sus ingresos (entre 50% y 65%), siguiendo luego Vietnam y Argentina con 25%. Los que más se perjudicarían serían los productores chinos, los de Europa y los de Japón, Corea y Taiwán, aunque, por supuesto, los consumidores en esos países se beneficiarían. En términos porcentuales los más perjudicados serían los de Japón (30%) y los de Europa (24%), lo cual explica en parte la resistencia a abandonar el proteccionismo. En síntesis, Argentina se beneficiaría del libre comercio general, y también del agrícola, pero parece que nuestro gobierno quiere libre comercio sólo en agricultura.
 
© AIPE
 
Martín Krause es Rector de la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE)

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