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EDITORIAL

ZP y la negación de España como nación

Aceptar que Cataluña sea considerada como una nación equivale, ni más ni menos, a negar que España lo sea—por lógica elemental, la parte no puede ser igual al todo—, o a considerar que ambas son naciones distintas. Como ZP o Carod-Rovira prefieran

Zapatero ha concedido recientemente una entrevista al que siempre fuera, y sigue siendo, su diario de debida obediencia, en donde el presidente ha hecho balance de sus seis primeros meses de gobierno. Entre los muchos desatinos que ZP vuelca en la entrevista, hay uno de tal gravedad y envergadura que, aunque sea con retraso, no debemos dejar de denunciar, pues literalmente pone en jaque al pilar en el que se sustenta nuestra convivencia política y toda nuestra Constitución: la idea de España como Nación. Así, el presidente del Gobierno abiertamente afirma que el concepto de “nación catalana” no le provoca ni “preocupación”, ni —lo que es aun más grave— siquiera “rechazo”. Vamos, que no contento con gobernar con el apoyo de los separatistas catalanes, Zapatero hace suya hasta reivindicaciones inconstitucionales tan nucleares como esta.
 
Aunque al presidente del Gobierno español no le cause ni preocupación ni rechazo, aceptar que una comunidad autónoma sea considerada como una nación equivale, ni más ni menos, a negar que España lo sea—por lógica elemental la parte no puede ser igual al todo— o a considerar que España y Cataluña son naciones distintas. Como ZP o Carod-Rovira prefieran.
 
A diferencia —y al igual— que otras autonomias, Cataluña tiene una rica y plural realidad cultural y lingüística, pero no es, ni ha sido nunca, una nación. No menos bochornoso, pues, resulta la forma en que Zapatero trata de hacernos colar semejante pulpo como animal de compañía, cuando dice “no ver diferencias entre las nacionalidades y nación”. Pues ¡ya nos dirán ustedes qué debemos opinar de un presidente de Gobierno que no sabe diferenciar cuestiones constitucionales tan fundamentales como esta!
 
Bien es verdad —aunque Zapatero lo silencie o lo ignore— que la utilización de “nacionalidad”, como sustantivo equiparable a la “región”, que podemos encontrar en nuestra Constitución es una afrenta al diccionario que los partidos mayoritarios cedieron a las minorías nacionalistas con tal de que se sumaran a nuestra Carta Magna. Pero la Constitución es muy clara al contraponer, por un lado, las “regiones y nacionalidades” que tienen derecho a la autonomía, y por otro “la Nación española, patria única e indivisible de todos los españoles” que integra a esas “regiones y nacionalidades”.
 
Verdaderamente causa sonrojo tener que explicar a un adulto —más aun si preside el Gobierno de nuestra nación— lecciones políticas tan elementales como esta. Pero que la falsa candidez del presidente del Gobierno no nos lleve tampoco esta vez a engaño, incluidos los catalanes. De españoles como ZP se podría alertar a los catalanes como Julian Marías lo hacia ya en los años 60:
 
 “Cuando en sus conversaciones con otros españoles constaten que todo les parece bien y no encuentren objeciones que hacer, cuando todas las reivindicaciones les parezcan pocas, cuando escuchen sin pestañear y complacidos formulaciones extremadas que pongan en tela de juicio la unidad española o admitan la posibilidad de que Cataluña dejara de ser un miembro vivo de España, desconfíen. Porque a esos españoles no les importa Cataluña, y sólo quieren tener, para algún propósito menor e inmediato, la aquiescencia de algunos grupos catalanes, a los que se proponen utilizar de alguna manera”. Nosotros ahora no sabemos quien utiliza a quien, pero de lo que no nos cabe duda es que, tanto Carod-Rovira como Zp, no son de fiar ni para Cataluña ni para el resto de España.

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