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Ignacio Villa

Chicago años 20

Era previsible. El mismo guión de los negros años del felipismo se está cumpliendo al pie de la letra. Amenazas, chantajes y avisos en clave. Navajeo político sin contemplaciones. Pero lo peor ya no son sus propios enfrentamientos, lo estremecedor es que todavía tienen y mantienen los "tics" del poder cuando pensaban que España era su cortijo y que podían disponer de todo y de todos según el capricho personal.
 
La banda de Interior ha reaparecido con todo su estilo, con todas sus miserias y con todas sus componendas rastreras y mafiosas. Ahora resulta que Rodríguez Ibarra dice que ha sido amenazado de muerte por sus declaraciones sobre Rafael Vera. Habrá que recordar al presidente extremeño que fue él quién intervino en esta historia. Fue él mismo quién sacó una vez más los pies del tiesto sugiriendo que Rafael Vera estaba siendo condenado pero eran otros los que debían ir a la cárcel. Ahora dice Ibarra que tiene "una diana en el pecho" y que le puede pasar cualquier cosa. Sinceramente aquí hay dos posibilidades. O es que Ibarra ya no se encuentra en una situación de estabilidad emocional, o es que está acostumbrado a los ajustes de cuentas y por lo tanto da por hecho que ese método –de carácter mafioso– es habitual para todos.

Al final lo que está demostrando esta historia es que las formas, las maneras y los lenguajes de los dirigentes socialistas siguen siendo los mismos que en los años de la guerra sucia del felipismo. En cuanto se rasca un poco sobre la superficie termina apareciendo la verdadera calaña. Y toda esta historia, le guste o no le guste, le va a afectar a Rodríguez Zapatero. El presidente del Gobierno tiene la obligación de ponerse de canto. No es ajeno a esta guerra de acusaciones y amenazas de los protagonistas de los GAL. No puede pensar que esto no va con su persona. El fantasma de los GAL ha vuelto a la palestra política y Zapatero tiene que afrontarlo. Son exclusivamente algunos socialistas los que insisten en recuperar el espíritu del Chicago de los años 20. Y Zapatero no puede mirar al techo.

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