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Amando de Miguel

El lenguaje familiar

Adolfo González (Madrid) me plantea un asunto curioso que no sé resolver. Se trata de que el nombre “José” (aguda) muchas veces lo pronunciamos como “Jose” (grave). Desde luego, es así en los compuestos: José Luis, José María, etc. En esos casos “José” suena claramente “Jose” (grave), pero es porque juntamos los dos nombres, como en Josemaría Escrivá de Balaguer. Cuando decimos solo Jose (grave) quizá sea una forma hipocorística, esto es, familiar y cariñosa. Parece que las palabras graves son más castellanas que las agudas, y desde luego más familiares y cariñosas: Paco, Pepe, Conchi, Lalo, etc.
 
Raúl López Saez comenta que le suena mal lo de “la endocrina” para referirse a una médico o médica de esa especialidad. Para él, lo correcto sería “la endocrinóloga”. Ya, pero es muy largo. Por lo mismo que decimos el “otorrino” o la “otorrina”, parece justo decir el “endocrino” o la “endocrina”. Son familiaridades admitidas. Nadie tiene que molestarse por esos atrevimientos.
Antonio Folgueira (Lugo) nos ilustra sobre las variantes de las formas de comer según las horas. Su abuela llamaba parva al desayuno, y “a eso de las 10 de la mañana se tomaba el almorzo”. Lo del desayuno quizá sea un recuerdo de la “parva colación” que, según la jerga eclesiástica, se admitía como algo que podía romper el ayuno, aunque fuera líquido. Después de todo, el desayuno es “dejar de ayunar”. También es así en inglés: breakfast = lo que rompe el ayuno. El almuerzo equivale a dar un “muerdo” o “mordisco” a algo sólido. Me parece una distinción estupenda.
 
Gonzalo Vázquez-Dodero se pregunta por qué lo tildan de “facha” sin ton ni son cuando expone algunas ideas. Se trata de una variación popular de “fascista”, que ha perdido una gran parte de su significación estricta. Puede que sea una derivación de “faccioso”. Mucha gente dice “facha” hoy para tildar a una persona conservadora, antigua, o simplemente con ideas contrarias a las de quien la juzga. La palabra facha, como versión popular de fascista, se utilizó ya en los años 20. Unamuno propuso lo de fajista (fasces = haces, fajos), pero no tuvo adeptos. En cambio, se impuso lo de facha como despectivo, aunque a veces se decía de forma ponderativa. Está en La fiel infantería de Rafael García Serrano.
 
Alex Waterhouse-Hayward de Irureta Goyena (argentino de nación, residente en Vancouver, Canadá) tiene dudas con el verbo escanear. Pues disípelas. Es un verbo insustituible para la acción informática de reproducir textos o imágenes de forma óptica. A don Alex le llama la atención que para el mismo gesto informático los españoles digan pinche, los mexicanos presione y los argentinos cliquee. Quizá las tres formas sean onomatopéyicas y, por tanto, muy expresivas. Valgan las tres. Los mexicanos no pueden emplear pinche porque para ellos es un insulto muy fuerte, algo así como “muerto de hambre” o cosas peores. En Colombia pinche es tanto como el “pito” para los españoles, en el sentido del “pene”. Maravillosa diversidad del español. Don Alex recuerda que, en su juventud mexicana, a los buenos jugadores de pelota los aficionados les gritaban “fenómeno”. Reconoce que en inglés no hay equivalente para esa exclamación. Don Alex dice que se puede aplicar estupendamente a Manolete. Lo de “fenómeno” es uno de esos cultismos que tanto abundan en el lenguaje popular español. Originariamente, en griego y en latín, el “fenómeno” es tanto como una aparición en los ciclos, por ejemplo, el arco iris. En el siglo XIX se podía decir ya “es un tío fenómeno” en el sentido que indica don Alex. En la España actual el adjetivo “fenomenal” (= estupendo, formidable, cojonudo) lo emplean sobre todo las mujeres de clase alta o instruida. Es un indicio seguro de votar al PP. Lo tengo comprobado.
 

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