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EDITORIAL

Error Trujillo, error Zapatero

El error de situar a una inexperta que, además, se ha demostrado como una incompetente al frente del ministerio de Vivienda es atribuible en exclusiva al presidente del Gobierno. A Zapatero sin embargo le puede rendir aún un último y postrer servicio

Una ministra que, en sólo seis meses, convierte 180.000 viviendas en soluciones habitacionales, que se desdice cada dos por tres o que llama a un helicóptero por el picotazo de un insecto, no tiene otra salida que dimitir, devolver la cartera y buscar la puerta más pequeña para abandonar el Gobierno sin hacer demasiado ruido. Esta ministra se llama Maria Antonia Trujillo, es extremeña, del PSOE y tan mal se las ve que hasta la revista El Siglo, obsequiosa donde las haya con el gabinete Zapatero, le ha propinado un severo bofetón en su último número.
 
El semanario dirigido por José García Abad le ha dedicado esta semana la portada y un generoso reportaje interior a la todavía ministra de Vivienda. La intención, a lo que parece, es recordar a Zapatero que Trujillo molesta, que no lo hace bien y que, además, y por si lo anterior no fuese suficiente, no tiene ni idea de lo que se trae entre manos en el ministerio que el presidente le encomendó hace no tantos meses. Conocido es que los navajazos que se atiza la “izquierda plural” de puertas adentro son de verdadera antología, en este caso, sin embargo, ha ido la cosa algo más lejos. En las cuatro páginas –columna de opinión a cargo de Enric Sopena incluida- que El Siglo le dedica, la imagen de la ministra queda tan perjudicada que no hay por donde cogerla. 
 
Esta situación era no obstante perfectamente predecible. El ministerio que Trujillo regenta es en sí mismo un artificio propagandístico sin objetivo alguno que nada bueno podía deparar. Aparte de su inconfundible tufillo franquista del que, naturalmente, los socialistas ni quieren oír hablar, los cometidos de esta cartera de nuevo cuño eran tan difusos como difíciles de llevar a la práctica en un particular que está en manos de las Comunidades Autónomas. De hecho, los credenciales que llevaron a Maria Antonia Trujillo ser titular de Vivienda eran sus supuestos logros en la conserjería homónima del Gobierno extremeño. Tales logros, que El Siglo atribuye a su antecesor en el cargo, no existen más que en los febriles sueños de García Abad y su servicio de documentación. Durante 2003 la vivienda subió en Extremadura bastante más que en el resto de España, en Badajoz, por ejemplo, el incremento medio fue del 26 por ciento, mientras que en Madrid, en el mismo periodo, fue del 17 por ciento, y eso que en la capital gobierna el Partido Popular, el mismo que, según la ministra, había expulsado a las familias españolas del mercado de la vivienda. 
 
Ya sea Javier Corominas, el padre del plan de vivienda extremeño, o ella misma la responsable de que los extremeños paguen cada vez más por comprarse un piso, lo que es indiscutible es que la ministra no ha dado una en el medio año escaso que lleva ejerciendo de mujer cuota en el paritario Consejo de Ministros de la era Zapatero. Ha encadenado un error con el otro y ha regalado preciosos titulares a la poca prensa crítica con el actual Gobierno socialista. Lo de las soluciones habitacionales forma ya parte del acervo humorístico de la oposición, y sus continuas rectificaciones han hecho de sus comparecencias todo un espectáculo digno de ser visto. Su compañero Pedro Solbes no dudó, hace unos meses, en tachar de “simplistas” las recetas que proponía para abaratar los alquileres, consistentes en ayudar directamente a los arrendadores. Los constructores no han escatimado críticas a la ministra del ramo y a sus equilibrios en el alambre, porque, para Trujillo, durante todo este tiempo, lo que hoy es bueno mañana ya no lo será, y viceversa.
 
El error de situar a una inexperta que, además, se ha demostrado como una incompetente al frente del ministerio de Vivienda es atribuible en exclusiva al presidente del Gobierno. A Zapatero sin embargo le puede rendir aún un último y postrer servicio. Es la víctima propiciatoria perfecta para el próximo reajuste del gabinete y, ciertamente, a los estrategas de Moncloa les viene que ni pintado. Con el sacrificio de Trujillo bien pueden taparse otros temas que, siendo de mayor envergadura política, es mejor que no trasciendan demasiado a la opinión pública. La desastrosa política exterior de Moratinos, por ejemplo, o el oscuro asunto del indulto a Vera, gatuperio tenebroso en el que ya se ha enredado hasta el mismísimo Alfonso Guerra.
 
Casi con toda seguridad, la crisis de Gobierno en ciernes traerá aparejada la salida del mismo de Maria Antonia Trujillo. Como presagiando lo inevitable la semana pasada celebró en el ministerio un homenaje a los arquitectos “depurados tras la guerra civil”. Quizá se estaba homenajeando a sí misma como despedida del cargo. La próxima vez la “depurada” será ella.

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