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Amando de Miguel

Más sobre el politiqués

El lenguaje de los políticos ─que yo he llamado en broma politiqués─ es de una riqueza vistosa, más propia de los trajes de las reinas de los Carnavales. Agradezco las aportaciones de los curiosos lectores de LD para completar un imposible glosario del nuevo dialecto. Roberto Cerau recoge la expresión pentagrama vasco, de Patxi López. Seguramente alude al batiburrillo de los cinco partidos políticos vascos. Más forzada es todavía la alusión de José Luis Rodríguez Zapatero, quien destaca en Patxi López “su gran dosis de convocar”.
 
José Carlos Navarro Muñoz me cuenta una intervención del apolíneo ministro de Justicia en la que explica la reforma de la Ley de Divorcio. “Si se trata de un divorcio contencioso, el juez decidirá, tras escuchar la opinión de los primogénitos”. En el divorcio “por mutuo acuerdo de los progenitores, serán estos quienes fijen las condiciones”. No puede creer que un ministro que habla con ese acento tan lindo haya dicho tales barbaridades. Es evidente que no son los “progenitores” los que se divorcian sino los cónyuges; en todo caso podrán ser los padres, desde el punto de vista de los hijos. Pero la barbaridad mayor es que los jueces hablen con los “primogénitos”. Como muy bien apostilla, don José Carlos, primogénito solo hay uno, el hijo primero. No, no puedo creer que don Juan Fernando haya dicho lo transcrito. Será una errata. Pero puede servir de ilustración para los curiosos lectores de LD.
 
Salvador Fontán me cuenta, con detalle, el error de un alto cargo del Ministerio de Sanidad al tratar de explicar el posible daño de una epidemia de salmonela. Vino a decir el hombre, alarmado, que “basta una pareja de bacterias para reproducirse y generar miles de millones de ellas en pocos días”. Con buen acuerdo, don Salvador comenta que las bacterias no tienen sexo y, por tanto, no se puede hablar de “parejas” de bacterias. Seguramente, el alto cargo quería impresionar a la audiencia con el hecho de que las bacterias se reproducen en progresión geométrica por divisiones sucesivas. Pero, efectivamente, las bacterias no tienen sexo. Felices ellas, aunque también se podría concluir que ellas se lo pierden
 
Daniel Arrilucea Oyarbide (Bilbao) se lamenta del abuso que significa ensalzar al jefe del Gobierno por su “talante”. Don Daniel opina que el talante no significa nada si no se le añade a qué tipo se refiere; al menos se podría decir “buen talante”. Le doy la razón. Estamos ante una nueva ilustración del politiqués. Aunque la Real Academia dice que talante viene de una palabra árabe que significa “rasgo” o “aspecto”, me quedo con otra interpretación, la de Barcia. Para el ilustre lexicólogo catalán el talante no es más que una variación del talento. Hay un talento de la inteligencia y un talante de la voluntad. Ahí es donde se puede admitir que hay un buen talante (una disposición animosa) y un mal talante (una actitud rencorosa). Francamente, lo de Zapatero es un mal talante en la medida que mantiene una disposición rencorosa, vengativa, incluso sectaria. Por sus hechos lo conoceréis, no solo por su continua sonrisa.
 
Jesús Belda me proporciona un buen término para designar, con ironía, la política actual del Gobierno: nacional-laicismo. Es una feliz caracterización.
 
Vicente Isach me llama la atención sobre el eslogan de una campaña a favor de la lectura que lanza el Ministerio de Cultura: “Si tú lees, ell@s leen”. El hombre se escandaliza de la ignorancia de las autoridades culturales. No es para menos. Dejemos aparte el requilorio de la arroba, que ya es tontería. La frase estaría mejor así: “Si leyeras más, ellos también leerían”. Las autoridades educativas no saben que los verbos se conjugan en diversos tiempos y modos. “Si leyeran más, lo sabrían”. Con frasecitas como la indicada por el Ministerio (con dinero del contribuyente) dan ganas de no leer más.
 
Fernando Narro Rivera critica la sustitución de los verbo ver u oír por los de visualizar y escuchar. No solo eso, añado yo. A la moda de visualizar se añade visionar. La explicación está en el renovado prestigio de las palabras polisilábicas, una moda más que proviene del inglés. No me extrañaría que pronto habláramos de visionalizaciones.
 
 

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