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EDITORIAL

El Muro de Berlín y las torres de Nueva York

La principal amenaza para el mundo libre la constituye ahora el totalitarismo islámico, pero los nostálgicos de aquel Muro nos quieren cegar ahora tanto como lo hicieron entonces

Este nueve de noviembre se han cumplido quince años de la caída del muro de Berlín. Aquella muralla de cemento y espino de 103 millas de largo y cuatro metros de alto, constituyó el símbolo, no tanto de la división política de Alemania o de “la guerra fría”, como a tantos equidistantes les gusta ahora proclamar, sino el símbolo de la opresión que el comunismo afligió durante décadas a esa mitad de Europa a la que el Ejército Rojo no permitió el acceso a la libertad política y económica tras la derrota del nacionalsocialismo. Las fronteras de los países socialistas fueron literalmente los muros de una prisión dentro de los cuales millones de personas fueron exterminadas o sometidas a la pobreza generada por aquellas férreas y estériles directrices del partido único. El muro de Berlin no sólo simbolizó la traumática división de un pueblo, sino también la distinta suerte que corrieron aquellos que quedaron del lado de las democracias liberales frente a la tiranía y miseria a los que el comunismo condenaba a los prisioneros del otro lado del muro.
 
Aquel “Muro de la vergüenza” se derrumbó como resultado del colapso del socialismo real gracias a las ansias de libertad de la población que lo tuvo que sufrir, así como a la determinación de destacados líderes que, como Reagan, Juan Pablo II o Thatcher, lograron con su liderazgo en pro de la libertad frenar el avance de la tiranía, a pesar de la incomprensión, cuando no rechazo, de buena parte de Occidente. Baste como botón de muestra de aquel desvarío el espléndido recibimiento del Gobierno de Felipe González a Honecker en España, donde el dictador alemán fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid un año antes de que el Muro se derribara y dos años antes de que el propio Honecker fuera arrestado acusado de crímenes contra la Humanidad.
 
Que una mayoría de españoles se prestara este año a dar en las urnas una satisfacción política a los autores de la mayor masacre terrorista padecida en nuestro país perpetrada tres días antes del 14-M, es un buen ejemplo de hasta que punto influye y manipula todavía en la sociedad abierta el discurso de sus enemigos. La principal amenaza para el mundo libre la constituye ahora el totalitarismo islámico, pero los nostálgicos de aquel Muro nos quieren cegar ahora tanto como lo hicieron entonces.

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