Menú
Carlos Semprún Maura

Olor a chamusquina

El problema es que Francia no da para más, ni militar ni políticamente

Los problemas que Francia encuentra en Costa de Marfil no pueden compararse con los de Estados Unidos en Irak, ni con las guerras de Bosnia o Kosovo. El problema es que Francia no da para más, ni militar ni políticamente. El lenguaje y la propaganda, sin embargo, se parecen bastante; los marfileños, ya sean los partidarios del maquiavélico presidente Gbagbo o sus oponentes del norte denuncian el imperialismo francés y su política colonialista, mientras que los franceses, bueno, sus políticos, hablan de paz y del amparo de la ONU. En esto no hay diferencias políticas, todos a una, unidos en torno a la nacionalista arrogancia francesa exigen que los ciudadanos e intereses galos sean protegidos.
 
¿Cuáles son exactamente esos intereses? Cuando, hace unos dos años, Francia envió tropas para proteger a sus compatriotas lo hizo sin el visto bueno de la ONU. Al poco logró el salvoconducto emitido por Koffi Anan y hoy, las tropas francesas se escudan detrás de la bandera onusina aunque disparen en nombre y a órdenes de París. Este fin de semana se repitieron las protestas –muy violentas– antifrancesas en Costa de Marfil, especialmente en la capital Abdijan. Los soldados del presidente Gbagbo atacaron al ejército francés ocasionándoles 9 muertos y varios heridos. Nadie sabe cuántos soldados marfileños se han dejado la vida en la refriega. Entretanto, otros jóvenes patriotas y civiles se entregaron a la destrucción de escuelas, centros culturales y comerciales franceses. En algunos casos hasta atacaron domicilios particulares de ciudadanos franceses. El gobierno de París ha pedido que nadie se mueva y ha reforzado la presencia militar en el país africano. El pasado lunes el presidente Gbagbo, siempre tan zorro, lanzó un mensaje para apaciguar los ánimos que, por ahora, parece haber surtido efecto. Veremos lo que ocurre en los próximos días.
 
El presidente Chirac, que fue el único jefe de Estado occidental que asistió al entierro del tirano sirio Hafed El-Assad, fue el único jefe de Estado europeo que se negó a asistir al almuerzo en honor del primer ministro interino iraquí, invitado formalmente por la Unión Europea. En cambio se fue al hospital donde agoniza el jefe terrorista Arafat. En relación con Arafat me llamó la atención una anécdota que pasó totalmente desapercibida. El enviado especial de una cadena de televisión gala en Ramala dijo, en una conexión en directo con los estudios parisinos, que en la ciudad palestina no pasaba nada y que sus habitantes estaban "como siempre". La presentadora, una joven periodista, se puso frenética: "¡Cómo que no pasa nada cuándo el líder palestino, que encarna la resistencia, se debate entre la vida y la muerte!", y le recriminó "¡Eso no puede ser". El corresponsal, supongo que temiendo su más que probable despido, empezó a balbucear que claro, que los palestinos de Ramala estaban inquietos, preocupados, y que si no se notaba en la calle es que "la procesión iba por dentro". Parece claro. Los palestinos de a pie ya han enterrado, sin pena ni gloria, a su "líder histórico". Los que aún se aferran a él y no quieren enterrarlo son los europeos, bueno, ciertos europeos.  

En Internacional

    0
    comentarios