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Amando de Miguel

Los significados de las cosas

Preguntaba yo aquí, de acuerdo con la curiosidad de un corresponsal, por el nombre que habría que darle a esos humildes monumentos que se ponen a la vera de algunas carreteras.

Con muy buen acuerdo, Jesús del Moral (Bilbao) señala que, en el lenguaje corriente, se abusa de la palabra alternativas cuando se podría acudir a opciones. Don Jesús lo tiene muy claro: las “alternativas” son dos que se oponen. Es decir, cada cosa tiene solo una alternativa, la opuesta o la que no es la cosa. Las “opciones” pueden ser más. Estoy de acuerdo con esa forma de razonar, pero no es la usual.
 
Sergio González me pregunta si se debe decir “dar sopas con honda” o “dar sopas con onda”. Desde luego, es la primera fórmula la correcta. Lo que no sabría decir es de dónde proviene una imagen tan descoyuntada. Perece un hallazgo reciente. Algún escritor quiso hacer una hipérbole para indicar una superioridad tal que era como si realizara la hazaña de dar a alguien sopas con un instrumento absurdo, una honda. Pero realmente lo ignoro. Espero que algún lector de LD, de esos que hay tan sabios y tan curiosos, me saque de dudas.
 
Carlos Prieto Fernández considera que enervar es algo así como “hallarse extenuado” cuando la mayor parte de las personas con las que habla la entienden al revés como “excitarse”. El hombre no sabe a qué carta quedarse. Es muy sencillo. Estamos ante uno de esos casos en los que el sentido original de una palabra se ha trocado en su contrario. Por ejemplo, álgido (el punto más frío) ahora es realmente el momento más caliente. Sólo que uno puede recobrar el sentido primigenio. Ahí está la gracia. Algo parecido ocurre con enervar. Propiamente es aplacar, debilitar, quitar fuerzas. Pero también es su contrario: poner nervioso, excitar, alterar. Así que elija usted.
 
Fernando Rodríguez Fernández me plantea la diferencia entre publicidad y propaganda. Él mismo sugiere que la publicidad tiene un carácter comercial, mientras que la propaganda se refiere más a aspectos ideológicos. Tiene toda la razón. La propaganda viene de la Congregación de la Iglesia Católica que se llamó Propaganda Fide (Propagación de la fe). En la práctica es la que concentra las actividades misioneras. Al hilo de esa distinción se podría mencionar otra parecida: la diferencia entre publicista y publicitario. En castellano castizo el publicista es el autor de escritos sobre asuntos públicos. En cambio, el publicitario es el profesional de la Publicidad (ciencia o negocio). Sólo que, en el uso corriente, los publicitarios se ven realzados muchas veces como publicistas. A ellos mismos les gusta más ese título. Por lo mismo los publicitarios que colaboran en campañas de propaganda política suelen decir que ese trabajo es el de campañas de publicidad. Para los publicitarios los clientes son “cuentas”, sean comerciales, institucionales o políticas. A los publicitarios les encanta esa mezcla de sentidos y de métodos, lo que ellos llaman mix.
 
Juan Pablo Fernández Rubio comenta el incidente de la expulsión del diputado español Moragas por un policía de fronteras en Cuba. El argumento fue que el diputado español era un “enemigo de la revolución cubana”. Mi comunicante se pregunta si por “revolución” hay que entender “régimen”. Bueno, si el régimen es una dictadura, como la de Cuba, los que no son partidarios aparecen como “enemigos”. Modestamente, a mí me negaron un día el visado para Cuba. Ciertamente, no me gustan las “revoluciones” y menos la castrista. Las dictaduras suelen poner restricciones a la libertad de movimientos.
 
Preguntaba yo aquí, de acuerdo con la curiosidad de un corresponsal, por el nombre que habría que darle a esos humildes monumentos que se ponen a la vera de algunas carreteras. Son un tierno homenaje a alguna persona que murió de accidente en ese lugar. Pedro Montero (folclorista extremeño) los llama “sencillamente cruceros floridos”, aunque a veces no tengan flores sino cruces, lápidas u otros elementos duraderos.
 
Eloy González (Palma de Mallorca, filólogo) aporta otras interesantes versiones para los mencionados monumentos florales: “señales de conmemoración” (memorial markers en inglés), “hitos de recuerdo” o “hitos de homenaje”.
 
No para ahí la cosa. Miguel Barrena sostiene que “la palabra exacta” para lo que andamos buscando es “cenotafio”, que en griego significa literalmente “sepulcro vacío”. No está mal. Vendría a ser un monumento funerario que no guarda el cadáver. Quizá sea una palabra demasiado solemne, más propia para misas de réquiem.

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