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EDITORIAL

Faluya liberada

El coraje que hasta la fecha han tenido Bush y Blair debe mantenerse y no han de cejar en su empeño hasta que Irak, nación soberana, pueda defender la causa sobre la que se está refundando. La causa de la libertad

Todavía el viernes los teletipos escupían noticias en las que el líder terrorista, Abu Musab al-Zarqaui, anunciaba la victoria sobre las tropas aliadas –cruzados, según sus propias palabras- e invitaba a los pistoleros que se habían hecho con la ciudad a resistir hasta el último hombre. “Héroes del Islam en Faluya... no seáis egoístas con vuestras vidas” les decía el alucinado criminal que, si por algo se ha hecho famoso en los últimos meses, ha sido por organizar secuestros y emitir grotescos vídeos en los que se decapitaba a los mismos secuestrados.
 
De nada ha servido. La Operación “Amanecer”, liderada por los Estados Unidos pero que contaba con multitud de efectivos iraquíes y había sido autorizada por el premier Alaui, terminó ayer. La ciudad, a falta de algunos focos activos que quedan aun por neutralizar, ha sido liberada y, tal y como ordenó el primer ministro de Irak, completamente desinfectada de terroristas. El balance provisional de la operación de limpieza se estima en más de 600 terroristas que ya no volverán a ejercer como tales y casi 500 detenidos. Los aliados se han dejado 27 vidas. 22 de soldados norteamericanos y 5 del contingente iraquí de apoyo en la operación.
 
El general al cargo de la ofensiva, Thomas Sattler, ha asegurado que el éxito de Faluya tan sólo significa que queda mucho trabajo por hacer, que Irak sigue infestado de terroristas cuyo único objeto es frustrar un cada vez más cercano Irak democrático. Iyad Alaui, antes de que se enfríen los ánimos, ha ordenado que un nuevo contingente se dirija al norte, a la ciudad de Mosul, donde se ha atrincherado en las últimas semanas un nutrido grupo de desestabilizadores y asesinos. Lo ha hecho a petición de los propios habitantes de Mosul, encantados, al parecer, de la experiencia antiséptica que los ejércitos iraquí y norteamericano han ensayado en Faluya.
 
El pueblo iraquí quiere libertad y enterrar de una vez los fantasmas del pasado y la pesadilla del presente. Si, como insiste la izquierda europea, los efectivos angloamericanos se retirasen del país abandonándolo a su suerte las consecuencias de esta retirada serían espantosas. No sólo naufragaría el proyecto de hacer de Irak un ejemplo de democracia y estabilidad en Medio Oriente, sino que se dejaría una ficha estratégica de vital importancia en manos de varias decenas de caudillos islámicos que sólo conocen el lenguaje de la guerra, la destrucción y el pillaje. El coraje que hasta la fecha han tenido Bush y Blair debe mantenerse y no han de cejar en su empeño hasta que Irak, nación soberana, pueda defender la causa sobre la que se está refundando. La causa de la libertad.
 
Pocas horas antes de la liberación de Faluya el presidente Bush, en una rueda de prensa en la Casa Blanca, dijo que le gustaría ver un estado palestino en cuatro años. Caprichosamente ese es el periodo de tiempo que ha transcurrido desde que el difunto Arafat rompiese las negociaciones con Barak para llegar a eso mismo, a un estado palestino independiente y, naturalmente, democrático. Para ello es necesario que los propios palestinos se involucren en la tarea de hacer ese sueño realidad. Y no al modo y maneras que les había transmitido Yaser Arafat, es decir, la algarada callejera con niños y el terror indiscriminado sobre la población civil, sino a través de unas elecciones libres. Palestina tiene potencial para llegar a ser un estado más, perfectamente integrado en la comunidad de naciones. El conflicto, mantenido durante décadas con la sangre de palestinos e israelíes inocentes, no beneficia más que a los amos del terror y a los que siguen teniendo en el caos de Oriente Medio un referente sentimental.
 
Si Faluya ha sido liberada e Irak celebrará elecciones el próximo mes de enero nada hace pensar que Palestina no pueda corregir su errático devenir histórico y se convierta, quizá en menos de cuatro años, en el ejemplo vivo -junto a Irak- de que la receta de libertad y prosperidad auspiciada por occidente funciona. No hay ninguna regla escrita por la cual los pueblos de ciertos países de Oriente Medio tengan que vivir perennemente bajo feroces dictaduras o asfixiados por la guerra. Los valores fundacionales de occidente: libertad individual, estado de derecho, mercados abiertos y paz no son privativos de los países occidentales. Valen para todos los seres humanos que pueblan el planeta, incluyendo Palestina y, naturalmente, Faluya.   

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